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2 de enero de 2017

PALABRA DE MAJESTAD


Cada uno tiene sus manías y sus miedos. Para mí hay dos cosas difíciles de soportar: ver el mensaje navideño del Rey y la ropa interior femenina de color beige. Dejar el televisor apagado en  Nochebuena se ha convertido casi en una obligación para evitar posibles indigestiones en la copiosa cena de esa noche. En cuanto a la ropa interior femenina color beige, discúlpenme que no entre en detalles.

Este año, una vez más, me he perdido las palabras que Su Alteza Real ha tenido a bien dirigir a sus súbditos. No he tenido interés ni motivaciones de ningún tipo que hicieran cambiar mis costumbres. Sin embargo, las noticias que ido conociendo en días posteriores han hecho que me sentara con tranquilidad, me armara de paciencia y escuchara las monárquicas palabras ¿masoquismo? Puede ser, pero he querido ser testigo de primera mano de lo dicho por nuestro amado y apreciado Rey y así poder opinar con propiedad.

Tenía ciertas esperanzas —pocas, la verdad sea dicha— de que el actual monarca fuera un tipo más cercano que sus antecesores con sus siervos. Dijo: “Vivimos con la esperanza de la recuperación que ya hemos iniciado. Todos deseamos que esa recuperación se consolide, que nos permita (...) corregir tanto las desigualdades derivadas de una crisis tan profunda como la que hemos vivido, como fortalecer, en general, nuestra cohesión social”. Podemos justificar que su alteza viva aislado en los muros de palacio y que  a su alrededor sólo tenga a tipejos que le doran la píldora y le esconden la realidad del reino, pero hoy día tenemos suficientes herramientas para adquirir conocimientos. Así, un simple paseo por la realidad del pueblo le haría ver que la recuperación la consiguen los de siempre, donde las élites siguen forrándose a consta de los mismos. Hemos asistido a un expolio de la cuentas y los hogares de los ciudadanos de a pie y se le ha acompañado de una ley que impide la protesta bajo amenaza de multa —insistir en que previamente te han vaciado las arcas—. De este miedo instalado en la conciencia ciudadana, nuestro alabado monarca no se pronuncia.

Otro momento destacable fue cuando dijo: “Son tiempos para profundizar en una España de brazos abiertos y manos tendidas, donde nadie agite viejos rencores o abra heridas cerradas”. Y digo yo, no tendrá don Felipe un amigo cirujano que le haya explicado los peligros que tiene cerrar en falso las heridas. Cuánto peligro acarrea suturar una herida infectada. Si el monarca se refiere a los compatriotas asesinados en las cunetas, quizá habrá que explicarle que precisamente los que más alimentan los rencores son esos que desean que sigan en el olvido. Cualquier país decente hubiera repuesto la dignidad de tanto ciudadano vilipendiado. A ver cuándo nos vamos a enterar, que no es cuestión de ideología, es cuestión de humanidad. Parece que esos compatriotas tampoco son del interés del monarca.
Majestad, no me extraña que la audiencia baje, hay palabras que pueden herir.


Sit tibi terra levis.

1 comentario:

  1. Me apunta mi buen amigo Eugenio Yanes que el tratamiento de Alteza queda reservado para principes e infantes, quedando excluidos reyes. Por lo que asumo mi ignorancia y así lo hago constar.

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