SIN DEBATE

Yo no vi el debate. No lo hice porque ese día tuviera jornada laboral nocturna o porque algún inoportuno apagón dejara al televisor con ese maravilloso negro que cubre toda la pantalla. Lo pensé un poco, puse en la neurona los pros y los contras, y ganó que lo mejor  sería que no lo viera. Estuve tentado de habérmelo jugado a piedra, papel o tijera,  de la misma forma que ellos, los candidatos, en no pocas ocasiones parecen que se juegan nuestro futuro.

La razón más poderosa para evitar tragarme el citado espectáculo es que soy un convencido de que hay que ir a votar. Por lo tanto, si me sentaba en el sillón y veía a nuestros candidatos a presidente, corría el riesgo de pasar a formar parte del no poco numeroso grupo de los abstencionistas. Además, a ciertas edades ya no está uno para que le tomen el pelo, no sé, busca uno un poco de dignidad como ciudadano.

Lo que sí seguí con interés fue el día después. Esos momentos en los que los medios de comunicación se lanzan a publicar a los cuatro vientos quién fue el criaturo que ganó el debate. En esto, como en casi todo en la vida, también hay distintas formas de ver las cosas. Los  diferentes informativos dan por ganador al candidato que más le conviene a sus intereses editoriales –no piense el concienzudo lector que estoy poniendo en entredicho la independencia periodística-. Dicho esto, imagínense el lío que se le monta al diligente votante cuando ve que en un lado dicen que ha ganado Fulano y en otro dice que fue Mengano.Se debería  buscar una fórmula más objetiva para ver quién gana tan trascendental debate: quizá una tanda de penaltis, una partida de mus o  a la gallinita ciega. 

Otro aspecto por el cual estoy dispuesto a jugarme  mi mano siniestra es que en el debate pasaron de puntillas por la cultura o, directamente y sin complejos, no tocaron el tema.  No me extraña, tampoco son tontos y son sabedores de que un pueblo culto representa una clara amenaza a sus intereses. Lo que sí saldría seguro en el debate, como no puede ser de otra forma, sería la situación en la nueva provincia española: Venezuela. Aunque si les soy sincero, me gustaría que mirasen más y fueran a otro país  a recuperar los caudales que nos birlan con gran dureza facial: Panamá.

Bueno, pues esta semana por fin vamos de nuevo a las urnas y a ver si dejamos zanjado el tema, aunque visto lo visto, tampoco parece tan necesario formar gobierno. En estos meses no han aprobado muchas leyes que nos sigan fastidiando la vida y desde Europa tampoco nos aprietan tanto las tuercas. Verá si al final voy a desear que tampoco se pongan de acuerdo y vayamos de nuevo a unas elecciones, con debate y todo.

Sit tibi terra levis.