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27 de junio de 2016

LA CUENTA, POR FAVOR

La gran familia que forma el Reino Unido ha levantado la mano y, cuando el camarero se ha acercado, ha dicho: “la cuenta, por favor”. Nadie creía en el gran restaurante Europa que estos hijos de la gran Bretaña iban a levantarse de la mesa sin esperar al postre. Ahora, todos se apresuran a buscar la causa de semejante desplante: quizá el rosbif estaba muy pasado o el vino no estaba a la altura. Sea lo que sea, lo que ahora tratan de evitar los dueños del negocio es que el resto de las mesas hagan lo mismo y dejen vacío el local.

Lo curioso del asunto, es que algunos miembros de la familia que ocupaban la mesa parece que no estaban tan descontentas con el menú. Incluso se alzan voces que piden repetir la consulta del Brexit. Supongo, que si se repitiera y saliera el resultado contrario, pues entonces serían los derrotados los que pedirían una nueva repetición. Entraríamos en el “día de la marmota”. Pero no nos preocupemos, ya buscarán chanchullos y triquiñuelas para que la salida sea como la emancipación de un hijo: “mamá, me voy a mi casa a dormir, pero a comer y a que me laves la ropa vengo aquí”.

Si existe una mesa que está tranquila y que no se mueve, ni se moverá de sus asientos, esa es la que ocupa el reino de España. Aquí, las espaldas son anchas para soportar todo lo que haya que soportar. En nuestro país no hay un gobierno que se le ocurra preguntarle a la plebe que opina del circo. Cuando hay algo que aprobar, se aprueba, y aquí paz y después gloria ¿dónde se ha visto eso de consultarle al ciudadano? Recuerden, nuestra Constitución fue cambiada con nocturnidad y alevosía por el Pepesoé, nada más y nada menos para impedir superar los límites de déficit establecidos por Europa. A ninguno de estos partidos se les pasó por la cabeza preguntarnos qué opinábamos del asunto y sin embargo, ninguno de ellos llevaba tal medida en sus programas electorales.

Pero, puestos a imaginar, creo que aquí los ciudadanos que decidieran votar a favor de la salida del club europeo —en muchas ocasiones, con más pinta de puticlub—, lo harían por diversas razones. No creo que hubiera un sentimiento patriótico que empujara a abandonar el barco. Más bien, no seríamos pocos los que pensáramos el asunto viendo las políticas de austeridad contra los de siempre, el oscurantismo del TTIP o el vergonzoso tratado para los refugiados —por citar una mínima parte de los atropellos sufridos—. Si me preguntaran por esa Europa, más preocupada de las multinacionales que de las personas, pues sinceramente, es más que posible que también dijera que se la metieran por la trasera. Yo, también sería de los que levantaría la mano y diría: “camarero, la cuenta por favor”.


Sit tibi terra levis.

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