Que no, reverendísimo padre. No se pueden fastidiar de esta manera las Navidades. Estas fiestas son de repartir paz y amor, y ahora viene usted a sembrar discordia y a malquistar la tranquilidad de muchos hogares. Con lo bien que le hubiera quedado en su carta pastoral una exaltación del amor entre las personas o algo parecido —es lo que se supone que debe predicar—. Pero no, va usted y pone en la picota a todas aquellas personas que conciben la palabra familia de forma diferente a la de usted o que han recurrido a los avances de la ciencia para disfrutar de un hijo.
La carta pastoral que el obispo de Córdoba ha dirigido al rebaño con motivo de la Navidad no tiene desperdicio. Desconozco si al hombre le pilló un mal día, quiere imponer el fundamentalismo cristiano, o simplemente le resbala por su santa sotana que cada vez se descarríen más ovejas de la grey. A nadie sorprende que la Santísima Madre Iglesia defienda un solo modelo familiar: el que se deriva de la unión de un hombre y una mujer. Perdonen el inciso, pero en este momento no puedo evitar recordar la vergonzosa explicación que Ana Botella dio del asunto utilizando peras y manzanas, lo que evidenció que si como alcaldesa era nefasta, como frutera le hubiera ido mucho peor. Retomando al tema que nos ocupa, decía que ellos sabrán los motivos para defender un solo modelo familiar, pero que a estas alturas de la película, el señor obispo nos diga que “cuanto más varón sea el varón, mejor para la casa para aportar a la familia seguridad y protección”, la verdad sea dicha, suena bastante rancio. Y qué me dicen cuando se refiere a la mujer diciendo que tiene una aportación específica: da ternura, acogida, y calor al hogar. Reconozco que este último detalle del calor que nos indica el señor obispo me provoca cierto desconcierto. Es de todos conocido el caso de los numerosos esposos que comparten alcoba con señoras con tendencia a la frialdad de pies y traseros, lo cual convierte al marido en el que proporciona el necesario calor: “Manolo, abrázame que estoy arrecida y tengo el culo como una llave inglesa” —suele decir la mujer para combatir la baja temperatura corporal—.
En otra parte de la misiva destinada a reconducirnos por el buen camino, el reverendísimo obispo defiende la procedencia de los hijos del abrazo amoroso de los esposos. Hasta ahí bien, nada más hermoso y romántico que esa situación. Pero el hombre insiste en mear fuera del tiesto, y tacha a toda criatura humana concebida por medios artificiales como un “fruto —de nuevo aparece el fácil recurso frutero— de un aquelarre químico de laboratorio”. Desde mi más absoluta ignorancia, no termino de ver a los ginecólogos, tocólogos y obstetras como brujas reunidos en torno a una caldera con algún brebaje para proceder al engendro de criaturas que sirvan al maligno. Pero, si ese tema me llena de confusión, más aún me confunde el que cita la pastoral al indicar que “ese abrazo amoroso no puede sustituirse por la pipeta de laboratorio”. Vamos a ver, los ignorantes creyentes podemos pensar que todo se trata de una cuestión de composición material. Me explico, la pipeta no es más que el medio utilizado para depositar los espermatozoides en el lugar adecuado para que se produzca la concepción ¿Acaso no es el pene un medio similar? ¿No tiene la misma finalidad ese órgano masculino de servir de paso de un lugar a otro? Por supuesto con sus diferencias en cuanto textura, color, dureza, e incluso tamaño, pero con la misma misión al fin y al cabo. Lo que no quiero ni pensar es que el señor obispo en lo más hondo de su ser piense que el tamaño sí importa.
Sit tibi terra levis.
La jerarquía católica es una fuente de poder, de manipulación en nombre de un Dios que nadie vio. Tristeza me dan quienes siguen creyendo en el poder de estos individuos, que tanto mal hacen a los que creen en Dios. Enhorabuena por tu columna, Marcos. A veces hay que decirles lo que se merecen, aunque lo mejor, y lo que vendrá, será ignorarlos. Por nuestra salud física, mental y espiritual
ResponderEliminarGracias Manuel por tu comentario. No lo has podido decir más claro: hacen mucho mal pero no lo queremos ver.
EliminarSaludos y feliz año.