En estos días tan señalados, intento hacer de tripas corazón para mantener el espíritu navideño en unos niveles más que aceptables –pongamos seis sobre diez en la escala noche de paz-. Pero en cuanto me asomo al mundo, todo salta hecho añicos y la prima de riesgo de las Pascuas se dispara por las nubes ¿Estará el Maligno ganando la batalla? O adaptando la pregunta a momentos más actuales ¿Estará venciendo el lado oscuro de la fuerza?
El asalto al espíritu navideño puede venir desde multitud de lugares y adoptar formas de lo más variadas. En ocasiones, ni siquiera hay que salir a la calle para exponerse a los ataques. El asalto puede comenzar en casa, en el mismísimo sofá.
Un clásico entre la munición utilizada cada año y que no hay forma de detener, es la película de sobremesa de Antena 3. Estar desde el mes de octubre soportando historias lacrimógenas sobre la Navidad provoca la náusea al más pintado. Si esto no fuera suficiente, ahora utilizan altas dosis: te meten en el cuerpo tres o cuatro películas seguidas. Entre una y otra ni emiten anuncios para que puedas aligerar la vejiga. Como no puede ser de otra forma, acaba uno deseando, que cuanto menos, el Santa Claus protagonista acabe estrellando el trineo en un paso a nivel.
Pero dispongo de mis defensas. Para ello, nada mejor que encender la tableta, colocarme los auriculares y tragarme el último capítulo de The Walking Dead. Acompañado de una buena taza de café disfruto viendo cómo esos despojos humanos corretean al personal. Además, esta serie me relaja en demasía al imaginarme que, quizá dentro de poco, el Todopoderoso nos mande el holocausto zombi mientras se descojona viéndonos desde allí arriba. Es en ese momento de éxtasis, cuando suena el teléfono y una voz me dice que el motivo de la llamada tiene que ver con mi contratación de la línea Adeeseele con Vodafone. Tras explicarle al amable muchacho que no he contratado nada, que no soy el fulano que buscan y que es la decimoquinta vez que me llaman por lo mismo, le pregunto cómo puedo evitar que vuelvan a molestarme: “No se preocupe, que dejo en el sistema anotado que se trata de un error”. Asunto resuelto pensé.
Media docena de humanos comidos por los caminantes más tarde, suena el teléfono para preguntarme por mi contratación de la línea Adeeseele. Le contesto que en ese momento el señor de la casa se está beneficiando a alguna de sus sirvientas y que tengo orden de no interrumpirlo. Apenas un minuto después, una llamada de la compañía me requiere para una encuesta sobre la atención recibida. Mientras nombro en arameo a la madre de los Reyes Godos, un muerto sale de repente en la pantalla, me asusto y parte del café me cae por encima. ¿Es o no es para olvidarse del espíritu navideño? Yo al menos ya me he pasado al reverso tenebroso.
Sit tibi terra levis.
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