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28 de diciembre de 2014

CUENTO DE NOCHEVIEJA

Anne Igartiburu y Ramón García se esforzaban en explicar todo el proceso para tomar las uvas evitando las confusiones de última hora, todo era poco para conseguir que los televidentes tuvieran una feliz salida y entrada de año. El primer plano del reloj de la Puerta del Sol se intercalaba con uno cenital de la muchedumbre que esperaba con gran jolgorio la medianoche. Los inquilinos de la casa rural tomaban posiciones junto al televisor para no perder detalle de cada campanada. Un poco más atrás, sentado en la mesa del comedor, Umberto Salvatierra realizaba su ritual de todos los años: pelaba las uvas a la perfección: no dejaba restos de piel y semillas, las ordenaba de mayor a menor tamaño, y tras la número doce, se servía una copa de cava, dos minutos antes de la llegada del nuevo año.

Una vez repasado todo el proceso, levantó la vista y dedicó el escaso tiempo que quedaba para observar a los otros acompañantes de la velada. Umberto recordó los años que llevaban reuniéndose: calculó que era la edición undécima. Sin embargo, algunos detalles se repetían una y otra vez, año tras año: Agustín Torres sacaba en la cena una botella de vino y se recreaba durante diez minutos en explicar las características organolépticas del caldo en cuestión, el matrimonio Araujo rivalizaba al contar al mismo tiempo alguna anécdota del viaje a Cancún, Miriam se esforzaba en intentar que el largo de su falda fuera cada año más corto: directamente proporcional a sus pocas ganas de envejecer e inversamente proporcional a las varices que estrenaba cada año. Y no podía faltar el discurso de Cañete previo a las campanadas: “este año que se va…”

Despertó de sus pensamientos con el penúltimo cruce de miradas que tuvo con Elena. Se sonrieron y ella guiñó su ojo izquierdo. Se dedicaban continuas muestras de cariño. Umberto sabía que, como ocurría todos los años, en cuanto sonara la última campanada ambos se fundirían en un abrazo,  se desearían felicidad mutua, y Elena le regalaría un beso. Umberto hizo ademán de acercarse y entablar conversación, pero los cuartos comenzaron a sonar.

Una tras otra sonaban las campanadas, una tras otra iban desapareciendo las uvas. Anne Igartiburu y Ramón García dijeron al unísono ¡Feliz 2015! Los reunidos en la casa comenzaban a abrazarse, besarse, se deseaban unos a otros un nuevo año mejor que el anterior. Todos mostraban alegría, todos menos uno. Apenas metida la última uva en la boca, Luis soltó la cintura de Elena y se llevó ambas manos a la garganta, los ojos parecían querer salirse de las órbitas y su rostro cada vez mostraba un color más rojizo. Se dirigió hacia la puerta buscando, desesperado, algo aire, Elena fue tras él para ayudarle. Al pasar junto a Umberto, éste tiró de ella, la miró: —presiento que este será un buen año… para los dos—. Los ojos de Elena tomaron un brillo especial, miró hacia la puerta y en la oscuridad de fuera apenas se intuía un bulto tumbado sobre el césped. Miró de nuevo a Umberto: —sí, creo que será un buen año para ambos, feliz año nuevo—. Y quedaron abrazados durante un largo tiempo.

Sit tibi terra levis

2 comentarios:

  1. El muerto al hoyo y el vivo....con la viva a Cancún. Qué bien saben algunos fiambres en Nochevieja

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    1. Ja, ja, ja. Gracias Manuel por tu comentario y que pases un Nochevieja con menos sobresaltos que los de la historia.

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