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5 de enero de 2015

CUENTO DE REYES

Para Julieta Ferreira aquel día de Reyes no sería un día de Reyes cualquiera. Había escrito su carta hacía algo más de una semana, cierto es que apenas tenía esperanzas en que sus deseos fueran concedidos por los tres magos enviados desde Oriente.  Les daré una última oportunidad,se repitió más de una vez. También había hablado en los días previos a la Navidad con Roberto Juárez, su amigo del alma, sobre la posibilidad de que todo aquello fuera una mentira, una gran patraña creada con el malévolo fin de engañar a niños como ellos. 

Todavía podía sentir el dolor al recordar el año anterior cuando pasó el día sin recibir su regalo y rondando el teléfono por si acaso alguna llamada le comunicaba que su gran deseo llegaría más tarde. Pensó que quizá el cambio realizado en la carta dos días antes había provocado un poco de retraso. Pero no, su petición nunca llegó. Fue al final del verano cuando su padre finalmente murió sin recibir el nuevo hígado que necesitaba, ni el fármaco que quizá hubiera evitado el fatal desenlace, y que Julieta había explicado en su carta con todo detalle para evitar cualquier confusión. 

Julieta se decidió a escribir la carta a sus Majestades de Oriente cuando vio en las noticias a varias personas que se encontraban en la misma situación que ella sufrió con su padre. Sintió de nuevo la angustia al verlas pidiendo que sus gobernantes tuvieran compasión de ellos. Entonces, recordó lo que siempre decía su padre: —estos dirigentes deberían leer el Principito, no ven con el corazón—. Aquellas imágenes y estas palabras la llevaron a pasar largo tiempo intentando encontrar una solución.

Julieta acudió a la plaza del pueblo donde el Heraldo Real estaba rodeado de niños y otros no tan niños para recoger las cartas con los deseos de cada uno de ellos. Julieta esperaba impaciente su turno en la cola para entregar el sobre que celosamente había escrito la fría noche de Navidad. Llegado su turno, el enviado real tomo a Julieta en sus brazos y la sentó sobre su pierna derecha: —hola, espero que hayas sido buena este año— le dijo. —Señor, he sido muy buena, pero tengo que decirle algo muy importante— contestó. —El pasado año no me trajeron lo que pedí en mi carta, quizá se perdió, así que tenga mucho cuidado, hay muchas personas esperando— añadió Julieta. El Heraldo quedó algo sorprendido, no echó la carta con las demás en el saco y se la guardó en el  interior de su casaca, besó a Julieta y le dijo al oído: —no te preocupes, le daré a sus Majestades la carta personalmente, a veces no pueden conceder todos los deseos, pero seguro que lo intentan—. 

La mañana del día de Reyes, Julieta se levantó y conectó el televisor. Se dirigió hacia los regalos que habían aparecido bajo el árbol de Navidad. Retiró uno de los envoltorios y apareció un libro de cuentos, fue cuando Julieta comenzó a saltar y gritar de alegría. Señalaba al televisor, que en ese momento daba la noticia: la Ministra de Sanidad se sintió indispuesta mientras veía la cabalgata de Reyes, trasladada al Hospital Central tuvo que ser atendida de urgencias y fue sometida a un trasplante de corazón  del que evoluciona favorablemente. Julieta, continuó saltando y gritando: —al fin va a ver con el corazón, al fin va a ver…—.

Sit tibi terra levis

2 comentarios:

  1. Gobernantes que gobiernan sin corazón, privilegiados que reciben el órgano antes de los que no pueden, reyes que acuden a la sanidad privada dando ejemplo de sus desvelos por los compatriotas. La patria de muchos es el dinero

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  2. Hay mucho patriota de banderita y folclore que a la hora de la verdad sólo daría la vida por el dinero, por su dinero.

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