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20 de julio de 2014

LA CAMISETA DE OZIL

¿Cómo se dispara un misil? Pues la verdad es que no tengo ni la más remota idea, ni maldita la gana que pueda tener de saberlo. Desconozco si hay que pulsar un botón rojo, a semejanza de lo que ocurre en las películas de James Bond, o un sofisticado software se encarga automáticamente tras realizar unos complejos cálculos. Sea cual sea la metodología, lo cierto es que una vez lanzado hacia la zona alfa, beta, o como diablos se denomine el lugar del impacto, el siniestro artefacto se caracteriza por dejar escabechado a todo el personal que por allí estuviese. De la misma forma, desconozco también, quién es el responsable último que ejecuta la orgía de sangre y vísceras. No sé si el encargado de dar el OK es un sargento, un teniente o un cabo furriel. Lo que sí suele ocurrir es que el militar de turno sea el que se coma el marrón cuando se yerra el blanco, o mejor dicho, cuando en el blanco mueren niños. Aunque a veces, la mayoría de las ocasiones, ni eso. Daño colateral creo que lo llaman.
Estos días ver las noticias en la televisión mientras te sientas a la mesa es una de las formas más seguras para perder peso. Ver volar por los aires lo que queda de Palestina con sus ciudadanos dentro, no es plato de buen gusto. Llegados a este punto tengo que aclarar, antes que algún imbécil o imbécila me acuse de defender a los terroristas de Hamás, que me la trae al pairo las nacionalidades de los muertos. Los muertos, muertos son, ya sean palestinos, israelitas o mozambiqueños. Y si son niños me la refanfinfla más aún si cabe la nacionalidad que pudieran tener. Los niños son muy parecidos en todo el mundo, con sus particularidades, por supuesto. Les gusta reír, correr, jugar… y en este mundo global todos conocen el fútbol y sus estrellas. Ver una camiseta del Real Madrid con el nombre de Ozil en la espalda, toda manchada de sangre, y que poco tiempo antes la vestía uno de los niños a los que el ejército israelí les lanzó una bomba mientras jugaban en la playa, hace que uno se conmueva más todavía. Son las mismas camisetas que tienen nuestros hijos, lo cual, nos deja la sensación clara  de que esos niños no difieren mucho de los nuestros. 
Por otro lado, tenemos la lectura sobre qué hacemos al respecto. Nuestra Europa no mueve un dedo, tampoco es sorpresa. Muy llamativa la imagen del Parlamento Europeo casi vacío mientras se debate sobre el conflicto de la franja de Gaza. A sus señorías los niños con camisetas de Ozil se las resbalan. La actual Europa no es más que una caricatura de Estado, más preocupada de contentar a mercados o fondos monetarios internacionales, que de ser referente a nivel mundial. Aunque mirando la historia, ya sabemos que de aquellos barros, estos lodos. La guerra de los Balcanes es un ejemplo. Un conflicto en plena Europa, y todos mirando de la forma más cobarde posible para otro lado, dando la espalda a fosas comunes como si la película no fuera con nosotros. Recuerdo especial para nuestro paisano Javier Solana, según los entendidos en la materia, el mierdecilla se cubrió de gloria en la crisis de los Balcanes.
Y mientras en el mundo, los niños seguirán jugando con camisetas de fútbol. Pero, a partir de ahora, cuando vea una camiseta de Ozil, no podré evitar recordar cuánto hijo de la grandísima puta hay suelto por este jodido planeta.


Sit tibi terra levis.

2 comentarios:

  1. Buen artículo, casi tan bueno como aquella paella del concurso ajaja, bromas a un lado, muy bueno Marcos.

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    1. Estimado Jesús:
      Igualar las paellas es muy difícil, casi imposible.
      Gracias por tu comentario.

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