Imagínese situado frente a una persona que le comunica la sentencia que le ha correspondido. Un escalofrío le recorre la espalda y se le queda instalado en los huesos. Se considera buena persona, nunca ha hecho mal a nadie de forma consciente, cree que no merece semejante castigo, y a pesar de todo, la condena cae a plomo por cada rincón del pensamiento. Suponía que estas cosas sólo le pasaban a los demás, igual que ocurre con los accidentes de tráfico y la lotería, pero a veces el destino te la guarda y te toca. El veredicto no lo dictamina un profesional de toga negra y mazo en la mano, el terrorífico fallo viene de una bata blanca, con numerosos y variados bolígrafos alineados en el bolsillo superior, y un fonendoscopio colocado a modo de bufanda que en ningún caso da calidez a las heladoras palabras del diagnóstico: Las pruebas realizadas nos indican que padece usted Hepatitis C. El aturdimiento inicial da paso a la necesidad de obtener información. Con ella es cuando empieza a asimilar que la cirrosis o el cáncer de hígado pueden estar a la vuelta de la esquina. Sí, una putada en toda regla y con cada una de sus letras.
Lo positivo es que han descubierto un medicamento con gran capacidad para resolver la maldita enfermedad. Tan sólo tiene una pega, la viruta. El citado remedio cuesta un riñón y parte del otro, o mejor dicho, cuesta un hígado. Pero no se preocupen, el tratamiento entrará en nuestro sistema y los afectados obtendrán la preciada pócima que acabe dando matarile al malvado virus. Sin embargo, no nos equivoquemos, no se trata de que nuestros admirados dirigentes, en un escaso y rarísimo ataque de solidaridad, piensen que salvar una vida pueda merecer la pena. Me temo que más bien se pueda tratar de prevenir males mayores y nuevos enojos de la ciudadanía.
A ver como nos explicarían que no hay dinero para el tratamiento cuando acaban de soplarnos cerca de doce mil millones de euros en la venta de Catalunya Bank. Eso, junto con los más de veintidós mil millones de Bankia, daría para investigar multitud de tratamientos contra diversas enfermedades y de paso dejar en nuestro país a tanto científico ilustre que ha tenido que marcharse. Por cierto, convendrán conmigo que lo del estercolero es para nota. A los grandes genios de la ciencia se les invita a irse, mientras Rato y Narcís Serra viven a todo tren en nuestro país. Gasolina y cerillas, invita la casa.
Y qué me dicen de las explicaciones que le pueden dar a un enfermo de Hepatitis C para justificar la pasta destinada a que sus señorías dispongan por la patilla de Aifones, aipad y adeseele en casa. Que digo yo, que ya que se trata de un asunto pagado por cada uno de nosotros, deberían de explicarnos en qué se funden los megas nuestros diputados. No sea que alguno, lejos de dedicarse a la búsqueda bibliográfica de leyes, datos macroeconómicos, y otros menesteres profesionales, se emplee al visionado de vicios y excesos carnales con carencia de ropa. No quiero ni pensar que con esa partida económica estemos subvencionando y facilitando de alguna forma la entrega al placer solitario de algún que otro elegido del pueblo.
Para cerrar, quiero aprovechar para ofrecerle al lector, en caso de que lo hubiese, el merecido descanso del mes de agosto. Pasado ese tiempo espero volver de nuevo por este rincón que me habéis brindado. A todos, mil gracias, fuerza y honor.
Sit tibi terra levis.
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