Tranquilamente camino por la calle Utrera. Me dirijo en busca del preciado café de Retamares. Preciado en sabor y preciado el lugar para ponerse al día en las cosas mundanas de nuestro pueblo. De repente alguien me llama, a mi espalda alguien me requiere. Hay días con suerte, con el santo de cara y la moneda nunca muestra la cruz al caer. Desde ese momento tengo el placer de alargar el paseo hasta el Ayuntamiento, acompañando y acompañado de Juan José García López -nuestro ilustrado e ilustre cronista-. Durante ese camino hablamos animadamente, entre otras cosas, temas relacionados con la paga extra de verano y sus orígenes. Casualmente nos detuvimos en la puerta de Hacienda mientras conversábamos. Hablar de los dineros y pagas en semejante lugar era lo más parecido a invocar al mismísimo anticristo, rápidamente le animé a seguir caminando. Le comenté que aquella conversación me estaba proporcionando la columna de esta semana. Por ello, aprovechar estas humildes líneas para mostrarle mi gratitud. Existen personas -pocas- con las que se aprende tanto en tan poco tiempo. Gracias Maestro.
Supongo que la mayoría de los lectores conocerán el origen de la paga extra de verano. Efectivamente, fue un recurso puesto a disposición de los trabajadores por ese hombre bajito, con aflautado timbre de voz y poco agraciado en su dialéctica. No, no me refiero a actual ministro Montoro, me refiero a Franco -soy consciente, a veces las diferencias cuesta encontrarlas-. Pues decía. En un momento de nuestra historia reciente, la caótica situación económica con la población sometida a la miseria y el hambre hizo que el susodicho ofreciera “una limosna” al pueblo. Tampoco nos equivoquemos. No crean que el gesto se debiera a una directriz del pequeño corazoncito del dictador -parece ser que biológicamente ese cuerpecillo lo contenía-. Más bien, el asunto se encuadraba ante el riesgo evidente de revueltas y protestas por parte de tanto oprimido. Así pues, como no podía ser de otra forma, la paga se conocía como la paga del 18 de julio, día que celebraba la Fiesta de la Exaltación del Trabajo -lo admito, el nombre ya incita a quedarse tranquilito en casa-.
Dicho lo dicho, esas honorables y sacrificadas personas que dirigen nuestro país; Barcenas, Rajoy, Cospedal, etcétera -nótese aquí lo importante del orden en la jerarquía de mando- deberían mirar la historia. Y sabiendo que muchos de esas admirables personas suspiran, añoran y admiran regímenes pasados, no debieran pues dedicarse a la eliminación de las actuales pagas extras a tanto funcionario. Sería contravenir un deseo del morador del Valle de los Caidos, algo que no fue capaz de hacer nadie, ni tan siquiera en la transición a nuestra actual Cleptocracia.
Para rematar la faena, podemos recuperar también algo tradicional en aquel día de celebración. Cuando alcaldes y mandatarios varios, con banda de música incluída -Juan José lo recuerda muy bien- dedicaban a dar las llaves de alguna vivienda a algún necesitado. No me digan que no tiene su puntito. Nuestro Juanma sobre la tribuna, llamando uno a uno a los agraciados para ofrecerles las llaves de un hogar, mientras la banda municipal entonaría -en la época tocaban el cara al sol- una copla cercana al pueblo y que prácticamente nos identifica a todos;“Paquito el chocolatero”. Lo malo viene que en la actualidad, los dirigentes facilitan que se les quite las viviendas a los necesitados. ¡Coño! Veremos si al final nos vamos hacer todos franquistas. Otro despropósito.
Sit tibi terra levis.
Una puntualización, se hizo el 18 de julio no como exaltación del trabajo, nombre que se le dio a finales de los años 60, ya con Fraga de ministro. La paga se correspondía con el día del alzamiento nacional.
ResponderEliminarEstimado Anónimo:
EliminarEfectivamente, se hizo coincidir con el día del alzamiento. Buena apreciación. Gracias por participar.