GIBRALTAR ESPAÑOL

Señoras y señores, damas y damos, caballeros y caballleras, definitivamente adoro este país. Más que a la tierra que piso, lo que realmente me maravilla son sus gentes. Y si afino un poco, dentro de esa gente existe una élite, unos elegidos, unos predestinados de nuestra sociedad que hacen que mi vida sea más feliz y divertida; la casta política tradicional.

Sí, acúsome de haber caído en las redes de la chusma. Me rindo, me inclino ante  tanta genialidad. Casi me atrevo a decir que es de los pocos grupos sociales en el que todos sus miembros -y miembras, of course- se manejan por los mismos patrones de comportamientos. Da igual que pertenezcan a la base de la casta que a la cúspide del correspondiente partido tradicional. Todos se caracterizan por intentar batir el récord de gilipolleces pronunciadas públicamente por minuto.

Pensará el avispado lector a que viene esta admiración tan magnánima por semejantes criaturitas. Pues les explico. Esta semana hemos asistido a distintos acontecimientos de cierta notoriedad. Entre ellos, ha habido uno que me ha llamado poderosamente la atención, la visita de Pinocho -nuestro embustero e iluminado presidente del gobierno- a la no menos embustera y manejable Organización de Naciones Unidas.

La visita por sí misma despertaría en mi persona el mismo interés que le presta Jorge Javier Vázquez a un desnudo de la Pataky. Pero, como decía anteriormente, me he rendido a los discursos de nuestro presidente. Lo reconozco, me lo paso en grande, chachi piruli, guay del Paraguay. Tendrán que reconocerme lo divertido del asunto. Cuando escucho el discurso -en una asamblea tan imponente como la de la comunidad de vecinos- emplazando a los hijos de la Gran Bretaña al diálogo sobre Gibraltar, casi me da un patatús ¡Qué risa Maria Luisa! 

Me imagino, esa reina madre inglesa reunida de urgencia a las tantas de la madrugada con los miembros del gobierno. Horas y horas de tensión ante el órdago lanzado por el ejecutivo español. Me imagino, que todo se encuadra dentro de un ambicioso plan estudiado hasta el más mínimo detalle. Así, mientras el presidente predicaba su palabrería, en España, majaban a palos a los indignados en la puertas del Congreso. Mensaje subliminal; aprended ingleses, los que no piensen como nosotros se van calentitos ¡Chupaos esa!

Por otro lado, deben estar los llanitos destornillados por el suelo. Pensarán, que mal hemos hecho a todos los dioses del Olimpo para merecer semejante castigo. Vamos, que media España se quiere retirar del negocio y van a pretender que esta gente, que viven a cuerpo de rey, se vengan a la ciénaga que tenemos montada por aquí.  Pensemos en esos pasillos de la ONU después del espectáculo. No faltarían comentarios referidos a la gente que aquí está pasándolas canutas y el individuo preocupado de expandir el imperio. 

No obstante, una posibilidad de conseguir recuperar la roca estaría en que el PePé local presente una moción en apoyo a su presidente y exigiendo la devolución del peñasco. Eso sí que sería meter una presión definitiva a los ingleses. 

Sit tibi terra levis.