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22 de febrero de 2018

LA CONVENCIÓN



La sala de conferencias estaba abarrotada, no quedaba un asiento libre y los pasillos también acabaron por llenarse.  En los últimos años, las convenciones se habían convertido en un éxito de asistencia, pero ésta, por su carácter extraordinario y los acontecimientos de días pasados,  había creado una gran expectación. Los asistentes tenían claro que debían salir de allí con algún documento o declaración de intenciones que pusiera fin a tanto despropósitos sufridos. 
La convención extraordinaria de lexemas comenzó con una encendida defensa, a cargo de su lexema presidente, sobre la importancia de la raíz de las palabras. En su intervención inaugural invitó a los humanos en general y a los políticos en particular, a no menospreciar la importancia del lexema y sobre todo a no proporcionar a los morfemas, una notoriedad que a todas luces ni quieren ni desean. 
Otro momento destacable de la convención se produjo en la mesa titulada “El lexema en boca del político”. Moderaba dicha mesa la palabra Miembro e intervinieron los vocablos Portavoz y Paciente. Miembro se dirigió a sus compañeras de mesa con un emotivo mensaje,  se solidarizaba con ellas al reconocer por lo que estaban pasando —ella ya lo había sufrido en sus letras cuando una ministra la nombró como Miembra—. Portavoz indicó que siempre había llevado con normalidad ser una palabra con dos lexemas,  que incluso era una palabra muy utilizada por los políticos, pero que creía que la habían juzgado por su aspecto: al tener una “o” en mi segundo lexema han creído que era de género masculino, cuando todo el que me conoce sabe que “la voz” es femenina”. Cuando Paciente tomó la palabra reconoció que había tenido mejor suerte ya que al ser llamada Pacienta por un político de derechas, la repercusión había sido menor.
Si algo ha mostrado la convención, es el malestar y el enfado que tienen los lexemas. Se sienten maltratados por los humanos, dicen sentirse cansados de salir una y otra vez a aclarar que ni ellos ni las palabras que forman son machistas, que los machistas son los humanos. Que deberían preocuparse de que haya un presidente que declara “No nos metamos en eso” al preguntarle por la desigualdad salarial, de que no hay leyes que laboralmente protejan a las mujeres, o de que cuando una mujer es atacada sexualmente o violada, después debe soportar otros ataques por comportarse de tal o cual forma, que tratan de culpabilizarla. Los lexemas están convencidos de  que si empezaran por cambiar estas cosas, no se les daría tanta importancia a ellos, porque así se acabaría con la discriminación de las mujeres en la vida real y nadie buscaría cambiar las palabras para seguir con las mismas actitudes.
Sit tibi terra levis.

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