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7 de febrero de 2018

ANCIANOS Y NIÑOS

        Hace unos días apareció una noticia que decía que habían detenido a una mujer por  abandonar a su hija de tres días en la puerta de una iglesia. En el pasado, las abuelas contaban historias sobre niños abandonados ya que sus progenitores no los podían mantener. Estas historias que se veían con cierta normalidad, hoy en día apenas suceden y cuando ocurren provocan el rechazo del conjunto de la sociedad que tiende a criminalizar a la madre antes de que pueda decir esta boca es mía. En ningún momento se tienen en cuenta las circunstancias que pueden hacer que una madre abandone a su hija.
Esta repulsa no tiene que ver con que el ciudadano se ha vuelto consciente de la escasa natalidad que tenemos en nuestro país y los problemas que vamos a tener en un futuro cada vez más cercano. Pero en la actualidad, a los que queremos apartar son a nuestros mayores. Quién sabe si dentro de poco serán nuestros viejos los que acaben abandonados a las puertas de las iglesias. Disponemos de la excusa perfecta: las familias no pueden hacerse cargo de un anciano carente de pensión, enfermo -con el gasto sanitario que supone- y vacío de bienes con los que poder sobrevivir. Atrás quedaron los tiempos en los que acudíamos a ellos pidiendo consejo. Pensamos que los mayores poseedores de sabiduría y experiencia no puede aportarnos nada. Ahora acabamos, en el colmo del despropósito, tratándolos como a niños, con la diferencia que a los niños los cuidamos y a los ancianos los abandonamos.
A todo esto le unimos el modelo consumista de estos tiempo que corren y que nos hace rechazar todo aquello que no consideramos productivo, incluyendo a las personas. No serán pocos los que llegados a la senectud acabemos viendo la muerte como una verdadera liberación. Llegados a este punto no me digan que no sería paradójico que un gobierno neoliberal acabara proporcionando la despenalización de la eutanasia, no por motivos morales, éticos o espirituales, lo haría por algo más tangible, por causas económicas. 

Sit tibi terra levis.

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