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23 de octubre de 2017

SALA DE ESPERA




        A primera vista, puede parecernos que la imagen esté tomada en la sala de espera de la delegación de Hacienda y que alguno de los presentes se muestra inquieto por lo que le pueda decir el correspondiente funcionario. Estará haciendo cábalas sobre si será inspector o inspectora, si habrá discutido con su pareja antes de llegar y leer su expediente, si el hijo adolescente le ha traído malas notas, o cualquier pequeño detalle que haga moverse la balanza de lo subjetivo hacia el desastre. También pudiera parecernos que se trata de la oficina del paro, de una estación de autobuses o de cualquier otro lugar público destinado a hacer esperar a la gente.
La realidad es que se trata de la sala de espera de una unidad de oncología. Es un lugar donde las personas acuden para recibir resultados, pasar revisiones y someterse al tratamiento más adecuado para su enfermedad. Los acompañantes de los enfermos también se sientan en esta sala y sufren la enfermedad de forma distinta, no la padecen en el aspecto físico pero sí en el emocional. 
Podemos pensar que es una sala triste, pero nada más lejos de la realidad, el optimismo y la esperanza inundan cada rincón. Las personas que frecuentan esta sala no suelen mostrarse inquietas o con prisas, parece como si el tiempo se hubiera ralentizado. Cuando hablan entre ellas no se escuchan lamentos contra dioses o arrepentimientos contra los vicios que les llevaron a esta situación. Las conversaciones con frecuencia tienen que ver con transmitirse ánimos y con proyectos de futuro. En esta sala no suelen presenciarse malos modos hacia el personal que los atiende, quizá la razón sea que los consideren sus aliados y sobre todo, porque no se plantean malgastar las fuerzas que deben utilizar para momentos más importantes. 
En esta sala existe un código de honor no escrito pero que todos cumplen a rajatabla. A veces, el veneno que les administran destinado a erradicar la enfermedad provoca unos desagradables daños colaterales, sin embargo a pesar de esta circunstancia nunca se muestran derrotados ante otros enfermos.
La fortaleza y dignidad mostrada por los visitantes de esta sala de espera debiera ser ejemplo para muchos mortales. Quizá por todo esto cuando escucho a alguien diciendo alegremente que tal persona o cosa es un cáncer para algo, me acuerde de todos estos luchadores y piense ¿Y qué carajo sabrás tú del cáncer? ¡So gilipollas! 

Sit tibi terra levis.

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