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2 de abril de 2017

LA DEMOCRACIA EXPLICADA A LOS HIJOS

Si hay algo que merece la pena en todo este desbarajuste de vida, es entablar conversación con un infante con inquietudes. Pero no un tema banal, los mejores momentos que se disfrutan con estos enanos, son los que tienen que ver con destripar las entrañas de la historia, cuestionar las leyes de la naturaleza o desenmarañar los mismísimos misterios de Dios.

Un imberbe conocido mío estaba dando cuenta de su merienda, cuando de pronto empezó a canturrear una canción cuya música se correspondía con nuestro solemne himno nacional y la letra decía: "Franco, Franco, que tiene el culo blanco, porque...". Tras la sorpresa inicial, pues pensaba que la letrilla era propia de mi infancia y que ya estaba en desuso, le indiqué que dejara de cantar. La censura se produjo por dos razones fundamentales: la primera, porque en los tiempos que corren, temía ser denunciado a la policía política por algún hijo de la gran vecina y no quería verme sentado en el banquillo de la Audiencia Nacional; la segunda, aunque fuera por una razón de menos peso que la primera, porque temía que se pudiera atragantar y se produjera en consecuencia una emergencia a todas luces evitable.

Mi hijo pequeño, que estaba al tanto de lo que se cocinaba, me preguntó por Franco. Le expliqué que, el hombrecillo de aflautada voz, fue un general que tras liarse a tiros con media España, estuvo cuarenta años dirigiendo —ejemplarmente, a su antojo y bajo la fórmula política de la dictadura— a nuestro admirado Imperio (quiero aclarar que hasta la fecha en la que escribo esta columna, relacionar a Franco y dictadura no es delito, ni exaltación o apología de nada, en caso contrario no tengo reparos en retirar mis palabras, faltaría más).  Pasados esos largos y oscuros años, el Generalísimo fue llamado a sentarse a la derecha del padre o en algún lugar que quedara libre, nuestro país quedó huérfano y entonces llegó la Democracia.

Me estaba viniendo arriba con mi explicación cuando mi pequeño vástago me dijo qué por qué no pusieron a otra criatura para continuar la obra del caprichoso general. Le indiqué que no faltaron ganas, pero que, desde tiempos inmemoriales, en nuestra tierra, existe la costumbre de cambiar el nombre y la fórmula política para que todo siga igual: los pobres sigan siendo pobres y los ricos sigan siendo ricos. Continué mi exposición aclarándole que nuestra actual democracia en realidad son dos regímenes políticos que conviven en perfecta simbiosis: la Cleptocracia y la Memocracia. Los cleptócratas son la clase social superior que se pegan la vida padre gracias al trabajo de la clase inferior, que son los memócratas. Lejos de parecer un sistema injusto, los "memos" muestran su felicidad con este sistema mediante el voto que proporcionan a sus admirados "cleptos" cada cuatro años. 

Así estuvimos largo tiempo, conversando sobre nuestro glorioso reino, hasta que el pequeño individuo decidió cambiar de tema y me preguntó: ¿ Y lo de Adán y Eva como es? A lo que le respondí que ese tema lo tocaríamos otro día.

Sit tibi terra levis.

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