La fotografía, lejos de provocarme la ternura que podría despertar el rostro de unos sexagenarios, me acongoja. En cualquier otro individuo, el varón transmitiría, con su mano extendida, un gesto de amabilidad cediendo el paso a la señora que le acompaña. Un educado ademán indicándole “pase usted primero, la prensa le espera” o incluso “estos son los chicos traviesos de los que le hablé”. Pero no, viniendo de Donald Trump, la imagen puedo interpretarla como una amenaza a algún avispado reportero tras plantearle una incómoda pregunta: “mira, te daré un guantazo si continuas por ese camino”. Mientras, Angela Merkel sonríe a sabiendas de que posar junto al presidente americano la hace buena. Personajes como éste, que en otra foto parecen lobos, al lado de los extremistas liberales que nos gobiernan, se dirían corderillos.
La instantánea me hace ver que existen numerosos puntos en común entre las dos personas retratadas. Sospecho que ambos se ponen en manos del mismo peluquero. También percibo en sus políticas el amor que ambos sienten por los muros. A uno le gustan de hormigón, altos, que se vean desde lejos. A la otra, le van más los muros invisibles, los levantados desde la economía, los que fomentan la desigualdad, la injusticia social y la pobreza de unos pueblos frente a otros.
Pero si hay algo llamativo que los une es que, a los dos, los ciudadanos los han puesto en sus cargos. Este detalle, parece que les exime de muchas responsabilidades. Todo sus actos parecen amparados por el paraguas que les proporciona el voto de las urnas. Es entonces cuando acudimos a los nuevos confesionarios de nuestro tiempo: bares, carnicerías y peluquerías. Lugares donde vociferamos contra estos dirigentes para limpiar nuestra culpa y donde con gran alivio para la conciencia observamos a los que nos escuchan asintiendo, que es en definitiva la forma de recibir el perdón.
Llegarán nuevas elecciones y de nuevo nos enfrentaremos a las urnas para decidir a quien ponemos al frente del despropósito. Pero ¿de verdad estamos seguros que elegimos entre el lobo y el cordero?
Sit tibi terra levis.

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