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6 de noviembre de 2016

MÁS DEBERES

Hemos picado el anzuelo, somos unos pardillos. Normal, la avaricia del político tradicional no sólo queda reducida al ámbito económico y del poder. Lo que más les pone es control absoluto sobre el ciudadano. Ya no se conforman con la habitual prostitución del lenguaje con el fin de que no nos enfademos con sus fechorías y tengamos la tentación de negarles el voto. Ahora, han desarrollado la capacidad de dirigir nuestras iras y protestas, causadas por sus ineptitudes y golferías, hacia otras personas o gremios que para nada son responsables de las situaciones causadas.

Se ha convocado una huelga un tanto particular: huelga de deberes de los niños. Parece que los padres piensan que nuestros escolares tienen un exceso de tareas que influyen de forma negativa en las relaciones familiares. Hasta aquí todo parece normal, es decir, que cada uno se ponga en huelga por lo que considere oportuno, ya sea por proteger los derechos elementales de la mosca del vinagre o para que a Cristiano Ronaldo le suban el sueldo. Pero el planteamiento de esta huelga parece que centra el problema en los maestros, y los culpabiliza de que los niños se pasen las tardes haciendo deberes. Así que una vez más, los responsables políticos escurren el bulto y el problema se centra en los que demasiado tienen con intentar hacer bien su trabajo.

Tampoco estaría de más la reflexión que este tema en concreto se merece. Dejando a un lado la retirada de responsabilidades a nuestros hijos, incluyendo las tareas escolares, quizá deberíamos preguntarles a estos infantes qué les gustaría hacer con ese tiempo que pudieran ganar. Quizá nos llevaríamos una sorpresa al descubrir que desean que los padres jueguen menos al padel, que tengan menos reuniones de trabajo, que escriban menos columnas de opinión, y que simplemente les dediquen más tiempo a pasarlo con ellos.

Sería interesante conocer cuántos de estos padres huelguistas de deberes se han dirigido al ministerio  o consejería de educación para plantearles sus quejas, cuántos han solicitado reunión con el delegado provincial que proceda para hacerles llegar su preocupación con el citado tema, o cuántos de ellos han sopesado con cierta lucidez la intención de retirar su voto al Partido Popular Obrero Español —o como se llamen ahora tras la fusión—, pues son ellos los que durante la democracia se han repartido el pastel y no han hecho ascos para ir sacando leyes para adoctrinar y no para educar.
Pero no nos engañemos, en este país, la mayoría de las protestas se hacen desde la cobardía más absoluta. Se llevan a cabo cuando se sabe que van dirigidas a una parte débil, nos faltan arrestos suficientes para enfrentarnos a los responsables poderosos, ante estos, mejor ajustar cuentas en barras de bar y tertulias familiares. Y claro está, esta condición del español de a pie no pasa inadvertida por nuestros políticos más golfos, los cuales no tienen temor alguno a pasearse como si esto fuera, pues nada que refute que lo es,  su cortijo.


Sit tibi terra levis.

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