Cada poco tiempo, en vacaciones, reservo unos días para recorrer los llanos de La Mancha y llegar a los pies del nacimiento del río Mundo. Allí, en medio de la naturaleza, disfruto de la compañía de la familia que reside por aquellos lares. El tío Manolo es un jubilado con pinta de marino, su rostro, en el resaltan unos intensos ojos verdes, presenta una abundante barba blanca. En su juventud nunca echó el ancla en puerto seguro, recorrió territorios diversos, a veces perdidos, y nadie pudo atarle en corto jamás. Ahora, con los años, vive para sus perros: numerosos y de distintas razas a los que dedica la mayor parte del día.
Gusta de la lectura, pero desde que lo visito, en su mesilla de noche siempre están los mismos libros: la Biblia y un Quijote editado en los años cuarenta. Iniciamos nuestro ritual, yo cojo la Biblia entre mis manos mientras él despotrica de la Iglesia y me cuenta historias de curas vencidos por la lujuria. Después acaricio el Quijote mientras lo ojeo. Es entonces cuando me cuenta la historia de este libro.
El Quijote perteneció a una mujer que lo leía frente al mar de la costa malagueña. En aquellos tiempos, el tío Manolo hizo amistad con ella a base de entablar conversación cada vez que salía de la cocina donde él trabajaba. Compartían cigarrillos y disertaban sobre algún que otro episodio del libro. Cuando el tío Manolo volvía al calor de los fogones, la mujer se sumergía de nuevo en la lectura, momento que sólo era de nuevo interrumpido cuando algún viandante se acercaba para comprarle un cupón o preguntarle por el número agraciado en el sorteo del día anterior. Cierto día, la mujer le regaló el libro al tío Manolo argumentando que su escasa vista estaba a punto de desaparecer en su totalidad. Desde aquel día, ese Quijote y el recuerdo de aquella mujer ha estado en cada mesilla de noche junto al tío Manolo.
Tras conocer la historia, me quedo un rato tocando el libro, acariciándolo y celebrando lo afortunado que soy al conocer su historia. Mientras, el tío Manolo abre un mueble, saca el Quijote que vemos en la foto y me dice: como comprenderás, no puedo regalarte mi Quijote, así que toma éste que tampoco está mal.
Vuelvo por los llanos de La Mancha, contento con mi botín y sabiendo que este Quijote también tiene una historia, la historia del tío Manolo.
Sit tibi terra levis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario