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3 de julio de 2016

LA ESCALERA



La instantánea está tomada en el castillo de Gottesaue en Alemania. La imagen de la mujer bajando por la escalera de caracol produce cierto mareo, el mismo que puede causarnos intentar comprender lo ocurrido en nuestro país con motivo de las elecciones del 26 de junio.

En mi pueblo, durante la campaña electoral, un concejal del Pepé pedía el voto de la gente que quería estabilidad, y de la gente “normal”. Tras el shock inicial que supuso saber que todo aquel votante que negara al partido de la gaviota debería considerarse anormal e inestable, la visión de la fotografía me ha servido para entender de dónde venimos, y sobre todo, hacia dónde vamos. 

Imaginemos que la mujer es nuestro país. Veríamos a una España afrontando con decisión y pisando firme cada peldaño. Aún así, observaríamos que, precavida, apoya una de sus manos en la baranda a pesar de que la escalera parece estar bien asentada. Los más de siete millones de ciudadanos que han votado al Pepé , mucho me temo que lo que han estabilizado es la corrupción, los sueldos miserables, los chanchullos en el Ministerio del Interior, las cuentas en Suiza, la ley mordaza, los contratos de una hora o el maltrato permanente a la cultura. Peldaños estos muy inalterables pero, como se ve en la fotografía, lejos de dirigirnos hacia arriba, hacia un lugar donde podamos respirar aire fresco, nos llevarán hacia un agujero oscuro del que, no estoy muy seguro, podamos salir. En cuanto a la normalidad, en este país ya no cabe la queja. Con la victoria que la población ha tenido a bien dar al Pepé, vemos “normal”  los continuos escándalos, los pagos en Be y las sedes embargadas, con lo que no ha lugar al sonrojo ni al lamento por nuestra parte.

Esta escalera tan estable y con peldaños tan normales transmite malas sensaciones. Lo complicado vendrá cuando queramos invertir el sentido y la fotografía esté tomada desde abajo. Entonces caeremos en la cuenta de lo complicado que será el camino y que subir es infinitamente más cansado que bajar. Esperemos que quizá para entonces no sea demasiado tarde.


Sit tibi terra levis. 

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