“La Libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra se puede y debe aventurar la vida”. Deberíamos tener presente más a menudo este pasaje de El Quijote, sobre todo en estos tiempos turbios que corren por nuestra geografía. Cualquier mente lúcida sabe que en este país —o los despojos que estén dejando de él—, la libertad no disfruta de buena salud.
En estos días, asomarse al balcón de nuestro entorno provoca náusea. Es habitual encontrarse a políticos, ministros, presidentes, alcaldes o concejales llenándose la boca con palabras como Libertad y Democracia. Sin embargo, el concepto de libertad utilizado por algunos de estos tipejos parece un término mutilado o restringido a la facultad de poder moverse de un lado para otro de forma libre. En cuanto les viene algo encima que les fastidia, allá que van ellos y no se cortan un pelo para sacar leyes o utilizar sus naturales armas de disuasión para moldear la palabra libertad, o más bien para moldear al ciudadano.
Por desgracia, aceptamos con normalidad que cuando un periodista cumple con su deber y saca a la luz pública los trapos sucios de alguna persona influyente, la maquinaria empiece a rodar para vetar al profesional. En estos días lo hemos visto con los “papeles de Panamá”. Han sido varios los periodistas despedidos de tertulias por tocar a quien no debían. Tampoco damos mucha importancia a que una periodista sea juzgada por negarse a entregar a la policía lo filmado en un desahucio. Ni siquiera nos escandalizamos cuando vemos a unos titiriteros encarcelados, acusados de terrorismo, y puestos en libertad porque les han confiscado sus armas, los títeres. Llegados a este punto, quizá debiéramos volver a restaurar los organismos pertinentes para censurar todo aquello que el dirigente crea que no es adecuado para la analfabeta ciudadanía: cortar algunos trozos de metraje donde aparezca alguien fumando, arrancar algunas páginas de libros por no utilizar el lenguaje no sexista, organizar una quema de vinilos subversivos, o lapidar a quien escriba artículos como éste.
Nuestros dirigentes todavía no se han enterado –ni parece que se enterarán jamás- de que las cosas no se cambian con la censura, la amenaza y la coacción. Esconder las cosas –sus cosas- no es más que mostrar que no quieren hacer una sociedad mejor, lo que quieren es imponer sus ideas sobre los demás, sin razones ni argumentos. Así que lo mejor sería que de vez en cuando lean algún pasaje del Quijote, seguro que les hará bien para aprender de Libertad, Educación y Cultura.
Sit tibi terra levis.
Cuánto han falseado palabras sagradas como libertad, amigo Marcos
ResponderEliminarLibertad, honor, patria...Han sido tantas.
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