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18 de abril de 2016

PANAMÁ

La que hay montada con el asunto de los papeles de Panamá. No son pocos los que en estos días se mueven de un lugar para otro, como leones enjaulados y apretando el culo, ante el temor de que sus nombres salgan a la palestra. Los españolitos de a pie nos habíamos acostumbrado a que nuestros políticos, deportistas, presentadores, actores y cantantes nos mostraran la belleza de Suiza, los beneficios del clima en Miami, el glamour de Mónaco, la tranquilidad de Luxemburgo o lo placentero que puede resultar ir a comprar tabaco a Gibraltar y montar una empresa. 

Ahora con Panamá, también nos enseñan que para ir al paraíso no hace falta que estiremos la pata. Para qué esperar si ya lo podemos disfrutar en esta vida terrenal. Además, una vez que la diñe, el paraíso celestial se complica. No lo digo yo –líbreme Dios de juzgar quienes deben ser los elegidos-, ya los dijo Mateo (Mt 19,24).

Estamos acostumabrados cómo en nuestra querida España, una ardilla puede cruzar todo el Reino de cuenta offshore en cuenta offshore sin tocar el suelo. Por si esto fuera poco, la guinda del pastel la ponen la dimisión del ministro Soria y la multa de Hacienda a Aznar –me niego a meter en este saco a Mario Conde, al que considero un vulgar chorizo con corbata y gomina-. Ambos han entrado por méritos propios en ese selecto club de los patriotas de medio pelo. Esos que no se cortan a la hora de alardear de la marca España y de agitar orgullosos la bandera, mientras traicionan por la espalda como los buenos cobardes, a este país. 

Pero si hay algo que llama la atención es la poca dignidad y el nulo honor que presenta toda esta pandilla de golfos. Suelen recurrir al cutre argumento de los amantes sorprendidos: “esto no es lo que parece”. Todos en el primer momento suelen aparecer con un patético lloriqueo mientras culpan a la prensa por alguna teoría de la conspiración. Cuando lo que se espera de alguien con el mínimo sentido del honor y para no manchar el nombre de sus familias es que dijeran: “pues sí, he traicionado a mi país y asumiré las consecuencias”. Puestos a pedir, también sería interesante que se hicieran el harakiri, pero por desgracia esta costumbre sólo la tienen en Japón. En este país somos más de hacer regalos —una vez sorprendidos con las manos en la masa—, se les pasa por la puerta giratoria y se coloca en una multinacional eléctrica o de telefonía. Digo yo ¿cómo soportarán tanto parapoco manchando el nombre de la empresa?

Y a todo esto, con la que está cayendo, voy a hacer la declaración de la renta. Cuando tengo todos los datos colocados convenientemente, es entonces cuando pienso que lo suyo es arriar la bandera y mandar al carajo a todos estos hijos de la grandísima puta.

Sit tibi terra levis.

2 comentarios:

  1. En lo único que disiento es en no meter a Mario Conde en la misma lista. Cada cual choriza donde puede y desde donde puede. No creo, por ejemplo, que Rodrigo Rato sea menos ladrón que Conde o que otros. Vaya catadura moral que nos rodea, señor Gallo. Tela

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    1. Gracias Manuel. El tema de Mario Conde es porque lo veo como un chorizo vulgar, tanto, que es capaz de meter en sus chanchullos a sus hijos, lo que nos muestra el nivel moral del individuo.

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