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10 de abril de 2016

CAMBIOS Y CAMBIAS

En estos días he podido leer en la prensa algunos detalles del II Plan de Igualdad de Género que promueve nuestra ilustre y magnánima Junta de Andalucía.  En algunos periódicos incluso exhibían en titulares que la Consejería de Educación prohibiría la utilización de determinadas palabras, hecho que ha sido matizado por la propia consejera de educación. Toda la controversia se da porque se intenta eliminar de las aulas el denominado lenguaje sexista. 

Claro que lo de prohibir me parece excesivo. Me hacía imaginar alguna que otra escena surrealista: veía a algún componente de los que se encargan de la educación de los infantes —nótese aquí mi esfuerzo y contribución para no utilizar la palabra “maestro”, un término a todas luces sexista—  apelando ante la Audiencia Nacional su sanción por utilizar alguna palabra de forma inadecuada. —Señoría, me estoy volviendo loco, ya no sé si hacer caso a la RAE o a la Junta de Andalucía  —qué diría. 

Leyendo el citado Plan de Igualdad he aprendido cosas nuevas. El término “lenguaje sexista” me ha llevado a saber que las palabras tienen sexo. En mi época escolar, las palabras sólo tenían género. Supongo que el hecho de que estuviera en un colegio de curas ha influido en ese sesgo a la hora del conocimiento lingüístico. Todo es poco para evitar la tentación del pecado en esas edades tan difíciles y tan propensas a los tocamientos impuros. Reconozco que debo profundizar en este aspecto de nuestra amada lengua ya que mi simplicidad de pensamiento hace que crea que para conocer el sexo de las palabras tenga que buscar entres sus ropas para ver si tienen “totito” o “pilila”.
Entrando en detalles, nuestros dirigentes educativos nos hacen algunas recomendaciones para mejorar nuestra forma de expresarnos. Así, nos invitan a dejar de lado términos tan manidos como “los becarios” y cambiarlo por “las personas becarias”. Este cambio lo veo de lo más acertado, ya que al añadir el término “persona”  nos aclara que quien recibe la beca es una persona y no un alcornoque o la mosca del vinagre. Quizá cueste más abandonar el término “andaluces” para utilizar “la población andaluza”, sobre todo porque al cantar el himno cuesta un poco, supongo que será cuestión de tiempo acostumbrarse. Además, para evitar futuras revisiones, yo propondría “la población andaluza y de andaluzos” nunca se sabe si dentro de poco alguien exige igualdad para el masculino, que de todo hay en la viña del Señor. También nos proponen que abandonemos “los políticos”  para utilizar “la clase política”. Aquí veo que no han acertado mucho, la gente de nuestra tierra tiene mucha guasa y es fácil recurrir al chiste y utilizar “la poca clase política”. En fin, ellos sabrán.  Donde podemos pensar que han actuado de mala fe es con la palabra “ciudadanos” para que se cambie por “ciudadanía”. Habrá quien crea que se trata de una maniobra para confundir al electorado del nuevo partido naranja de ese nombre.

Bueno, esperemos que todos estos cambios sean para bien y así nos vaya mejor a todas y a todos las personas y personos de nuestra y nuestro tierra y tierro andaluza y andaluzo. Bueno… mejor lo dejo que me estoy haciendo un lío.


Sit tibi terra levis.

3 comentarios:

  1. Enhorabueno por tu artículo. Articulas muy bien lo que piensan muchas y muchos merluzas y merluzos de la clase política

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    1. Gracias Manuel. Hay merluzos y merluzas para poner una pescadería.
      Abrazos.

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  2. https://www.youtube.com/watch?v=g8VqIFSrFUU pasando la publicidad, una canción y canciona que viene al pelo y a la pela (que se llevan algunos y algunas)

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