Me los imagino en la jaima, en una casa construida con adobe o en una mansión de lujo. No sé cómo ni dónde vivirán los que manejan el cotarro en la organización terrorista DAESH. Pero los veo reunidos alrededor de unos platos de cordero al chilindrón, con un vaso de valdepeñas en la mano y la cachimba a pleno rendimiento. También los veo a cada uno con un dorsal a la espalda, para que cuando algún avión americano les lance un misil y los mande al paraíso, puedan saber si le han dado matarile al número dos de la organización o al dieciséis. Por supuesto, tendrán delante varios plasmas de tropecientas pulgadas donde ver las noticias de la CNN o la ABC —no les presupongo el mal gusto de sintonizar la televisión pública española—, y de camino ver si el precio del barril de petróleo sigue bajando o subiendo. Una estampa de lo más familiar con el enternecedor detalle de los kalashnicov apoyados en la pared.
Tras unos minutos de publicidad, el presentador del noticiario con gesto compungido comenta los terribles atentados de Bruselas acompañados de imágenes de gente corriendo de un lado para otro, ambulancias y tipos con traje de camuflaje armados hasta los dientes. Pero lo que más les pondrá al Mustafá y sus colegas serán esos políticos europeos a las puertas de los ayuntamientos y parlamentos guardando minutos de silencio. Alguno, con la segunda botella de valdepeñas en el cuerpo, se tirará por el suelo contagiado por las carcajadas de sus hermanos. La cadena de noticias ha tenido el detalle de dedicar también un minuto al atentado de Bagdad. Los atentados por allí suelen dejar mejores imágenes de gente escabechada por todos los rincones. El del dorsal número cuatro se dirige al que porta el brazalete de capitán y le dice: “la cosa se nos puede poner fea ahora si estos infieles, además de colocar en el Facebook je suis Bruselas, nos presionan poniendo je suis Bagdad”.
En los hogares de nuestro país la estampa es distinta. La familia apenas tiene ganas de comer viendo las noticias. La madre preocupada acerca la cazuela con la berza mientras le comenta al marido que lo mejor sería que la niña se viniera de Alemania, que el mundo está muy revuelto y ella no puede conciliar el sueño pensando en su niña. El padre asume esa preocupación, pero sabe que no puede volver a un país sin mucho futuro para los jóvenes. No hay alternativa.
Tampoco faltan las tertulias de antes, las de los bares y peluquerías que en la actualidad han pasado a Facebook y Twitter. Aquí encontramos de todo. Existe un grupo abundante que viven en los mundo de Yupi o también denominados megahiperguays, que desde el más absoluto analfabetismo se asombran de la barbarie humana, como si esto fuera cosa de ahora, como si se tratara de una mutación reciente de los genes. A lo mejor alguien les tendría de decir que en la biblioteca existe documentación abundante donde podemos ver que la mala hostia humana ha existido desde que la humanidad es humanidad.
Por último, existe un grupo de gente lúcida, que razona y que reflexiona. Ese grupo suele ser muy criticado. Sus preguntas no suelen gustar, sobre todo a los que sacan tajada de todo este despropósito. Todo por preguntar si las armas las proporciona directamente Alá o acuden al mercado de armas, si el dinero les llueve cual milagro o lo sacan de vendernos el petróleo con el que trafican, y si esa venta la hacen en garrafas de cinco litros o en superpetroleros en alta mar, pero los servicios de inteligencia son tan cutres que no son capaces de ver esos enormes barcos.
Sit tibi terra levis.
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