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17 de enero de 2016

CASPA Y LIENDRES

Me senté en el sofá, estiré las piernas y encendí el televisor dispuesto a pasar un buen rato. Sabía que lo pasaría bien y que la diversión no me iba a faltar. Cierto es  que jugaba con las cartas marcadas, con algunos actores, el espectáculo estaba más que asegurado. Me lo pase pipa, me reí muchísimo y ni siquiera hice un amago de ir a vaciar la vejiga. La primera sesión del Congreso de los Diputados fue espectacular: antes, durante y después. Esto promete y lo primero que espero es que alguna productora saque toda la legislatura en deuvedé para poder enseñarlo a los nietos. Les dará una visión clara de lo bien que lo pasábamos en este país y así aprovechar que alguno nos visite en el asilo para que le contemos batallitas sobre estos tiempos.

Pero centrándonos en la primera sesión del Congreso de los Diputados, decir que no defraudó. No lo hizo en los detalles y tampoco hubo sorpresa en la lectura entrelíneas de todo lo que allí ocurrió. Con independencia de la ideología que cada uno tenga, hay que reconocer que la cara ojiplática de muchísimos diputados del Pepé fue de lo más divertido. Algunos no salían de su asombro: ellos encorbatados y engominados,  ellas bien maquilladas y con las mechas puestas para la ocasión, los nuevos con pelo alborotado, una diputada negra, coletas, rastas y hasta una madre con su bebé

En todo este jolgorio, se puede desprender del asunto que los árboles no dejan ver el bosque. Faltó tiempo para que sacaran el desprecio por la forma de vestir, la señora Villalobos recomendó la utilización de champú pediculicida a los que lleven rastas. A la diputada que llevó el bebé le han dicho de todo, han criticado que dejaran los abrigos sobre los sillones, e incluso alguna periodista los acusó de oler mal. Pero no, los más de cinco millones de votos de estos diputados, nos guste o no, nada tienen que ver con el aspecto. Los que gobernaron deberían de ver un poco más de bosque, deberían de observar que hay mucho cansado de gente elegante cuidando el protocolo pero que acaban acusado de corrupción, de gente elegante que gobierna para sus intereses y no para el de la ciudadanía o de señoras con peinados de peluquería que dedican las sesiones del Congreso a jugar al Candy Crush. 

Para rematar toda la jornada, llegó el momento de prometer o jurar el cargo. Cierto es que los diputados de Podemos se excedieran en la puesta en escena, pero no es excusa para recibir los abucheos de parte de la bancada pepera. La fórmula elegida por sus señorías para asumir sus nuevos cargos, podrá gustar más o menos, pero no insultan a nadie. En la pasada legislatura vimos como juraron sus cargos ante Dios, para después dejar de lado el séptimo mandamiento, incluso el  segundo: no han sido pocos los ministros que han recurrido a las divinidades para resolver el paro, la crisis y todo problema mundano que se presente.

Lo único que me gustaría es que las siguientes sesiones fueran por la tarde, por aquello de que apetece más comer palomitas. Sería un buen acompañamiento para disfrutar del espectáculo. Yo no me pienso perder ningún capítulo de esta serie que algunos ya han titulado: “Caspa y liendres"


Sit tibi terra levis.

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