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30 de noviembre de 2015

DEBATE O DE VÁTER

Se acerca un nuevo periodo electoral. Los políticos tradicionales afilan sus cuchillos para lanzarse a las yugulares contrarias. Por supuesto, todo de mentirijillas, una vez que se apagan los micrófonos y las cámaras suelen entregarse al compadreo entre ellos. Siempre es bueno llevarse bien, ya que es muy normal ver a individuos que empiezan en una formación política y van saltando a otras según les parezca y sobre todo, según les convengan. Todo vale en este teatro al que algunos llaman democracia.

En estos días, los ciudadanos asistimos a la parafernalia que montan para —lo que los políticos llaman— la gran fiesta de la democracia: las elecciones. Supongo, que lo de fiesta será para ellos, que siempre salen ese día celebrando los resultados. Ganen o pierdan, siempre se muestran vencedores. En las noches electorales siempre me imagino a los distintos candidatos llamándose unos a otros para recrearse en que de nuevo los ciudadanos han picado como pardillos. Una vez pasado ese día, si te he visto no me acuerdo. No sólo no cumplen sus promesas y propuestas electorales, sino que además, tienen la desfachatez de imponernos leyes o incluso artículos de la Constitución sin consultarnos. Esa es la gran democracia con la que se les llena la boca.

Para las próximas elecciones el tema estrella es el debate político que las televisiones retransmitirán. Ya se han puesto de acuerdo para crear la polémica necesaria y así no tener que hablar de los temas que de verdad importan. Cualquier mente con un mínimo de lucidez sabe que esos debates carecen de utilidad en nuestro reino. El votante analfabeto y hooligan no cambiará sus intenciones por mucho que se digan los participantes en semejante obra teatral. No somos como otros países donde un candidato afectado por la corrupción o con unas declaraciones desacertadas tienen que buscarse la vida en otra cosa. Además, por si acaso apareciera alguna duda en un ciudadano descarriado y no aleccionado, pues para eso está la prensa. Casi la totalidad de los medios informativos de este país están sometidos de alguna forma al control de la clase política. Nada más vergonzoso que ver los titulares de los periódicos al día siguiente.  Apostaría mi mano izquierda, y no la perdería, a que acierto lo que dirán los principales periódicos de este país tras el esperado debate. 

Creo que el debate puede ganar en entretenimiento. Nada de arrojarse dardos envenenados en forma de corrupción o malas gestiones, lo mejor, sería que se lanzaran tartas de merengues o que hicieran lucha libre en una piscina de barro —por supuesto con tanga de leopardo—. Otra posibilidad sería que hicieran un Gran Hermano con ellos. Serviría para poderles observar y ver cómo reaccionan ante determinadas situaciones: por ejemplo, ver qué haría Rajoy si le dieran un libro o disfrutar de la imagen que puede ofrecer Albert Rivera mientras cepilla el pelo a Pablo Iglesias. 

Me temo que esto es una utopía, así que para el día del debate mejor aprovecho para tragarme unos capítulos de The Walking Dead, al menos durante ese tiempo la única preocupación es escapar de los zombis, mucho mejor que pasar la noche viendo “De Váter”.


Sit tibi terra levis.

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