No hace mucho tiempo, o quizá sí, los hombres que habitaban el territorio de nuestro vasto imperio tenían que servir a la patria. Para ello, se les enviaba a recibir aleccionamiento militar en algunos de los cuarteles o destacamentos establecidos a lo largo y ancho de nuestra geografía. Durante el periodo de un año, los ciudadanos varones ofrecían lo mejor de su juventud para defender al país de cualquier amenaza, ya fuera externa o interna. Y eso que en esa época sólo existían los rojos de toda la vida, los que violaban a las monjas y se comían a los niños. No como ahora, que están estos bolivarianos con coletas que tanto miedo nos dan. (Estos son peores porque suben la prima de riesgo, no quieren que los bancos desahucien, y lo que es peor, defienden que se consulte a los ciudadanos ¡lo que hay que ver!).
Se decía entonces que era en la “mili” donde uno se hacía hombre. Nunca le encontré mucho sentido a esa afirmación, máxime cuando, éste que suscribe, observó que lo que el personal aprendía allí era a desarrollar el arte del “escaqueo” y a no presentarse voluntario para nada. El mal desarrollo de cualquiera de las dos variables anteriores suponía someterse a otro aprendizaje: una desgracia te podía caer encima enviada desde cualquiera que tuviera mayor graduación, es decir, la totalidad del cuartel. No piensen que esta última circunstancia tenía algún tipo de lógica o era regida por alguna ley física de la naturaleza. Lo normal era que el asunto lo desencadenara un mal sueño del cabo primero, o una escasez de poluciones del sargento (que no es criticar, es un poner).
Dicho esto, sé que desde entonces ha llovido bastante y que muchas instituciones han evolucionado, alguna ha empeorado, lo admito. Sin embargo, nuestro actual ejército parece algo más estancado, como si hubiera que darle un empujoncito para que se adapte mejor a los tiempos que corren. Mirar para otro lado no es solución, esa actitud lo que suele acarrear es que empeore la situación. No nos podemos engañar: sinvergüenzas hay en todos sitios y en ese estamento también los hubo y los hay. Incluso en tiempos del Pequeño Caudillo, no pocos de sus generales se la daban con queso: fue allá en 1940 cuando Himmler visitó España. Entre sus objetivos estaba influir en los generales españoles y que estos convencieran a Franco para que nuestro país participara en la 2ª Guerra Mundial. Lo que no sabía el alemán es que una treintena de esos generales ya recibían sobornos de Inglaterra para que desaconsejaran al Caudillo la entrada en el conflicto. Si por algo ha destacado nuestro país ha sido porque a pícaros no nos gana ni Dios, lo mismo nos da colársela al portero de la discoteca que al Centinela de Occidente. En descargo de este último hay que decir que tanto perseguir rojos y masones, pues el hombre no podía tener ojos para vigilar a los suyos.
Pero no hay peores ojos que los que no quieren ver. Así que mientras los propios militares no tengan interés en ejercer la transparencia, siempre existirá la duda planeando sobre sus cabezas, y lo que es peor, que esas dudas afectan a la institución. ¡Sus órdenes!
Sit tibi terra levis
Corrije: órdenes, pícaros. Quedará mejor.
ResponderEliminarEstimado Anónimo:
EliminarPues tiene usted toda la razón, queda mejor, mucho mejor. Gracias por avisarme por la cagada ortográfica (y encima con dos palabras esdrújulas).
Lo dicho, muchas gracias.
Valiente capullo.
ResponderEliminarValiente anónimo, no sé si su intención es la de zaherir al escritor o al corrector, mas como tengo ganas de trolear, y es de mi gusto picaros, deberá saber, y si no, por eso se lo hago saber yo, que existe la tilde diacrítica. Y que en otro caso habrían estado callados este escritor y este anónimo, pero en este caso que se llevan bien y se ayudan, usted insulta en voz baja. Disculpe, anónimo, le recomiendo que use los signos de admiración y que convierta su atropellado bocinazo en un grito en toda regla y que diga "¡Valiente capullo!". Le recomiendo también que sea más explícito y se dirija al que considere usted capullo, bien sea el escritor o el otro escritor, y que, en cualquier caso aprecie usted lo bien que le vendría un pronombre diacrítico que aclarara cuál de los tres es el capullo. Siento decirle que no estaré dispuesto a escribir cuando usted los ordene, o si me lo permite, ya que hay confianza cuando tú, mi estimado, mi querido, mi valiente anónimo de 1 de julio de 2015 a las 21:07, lo ordenes.
Eliminar¡Touché!
ResponderEliminarEl comentario no era para usted Sr. Marcos, era para el gramático .
EliminarUn saludo.
Estoy pensando que tener alguna falta de ortografía es más divertido para el blog.
EliminarNo se enojen, la vida son dos días, a veces, tan sólo uno y medio (soy testigo).
Y que nadie haya visto que es CORRIGE y no corrije.
ResponderEliminarLo comentado...valiente capullo.( no merece ni signos de admiración)
ResponderEliminarGracias Anónimo 3.