No es raro que mi corazón se desboque y aumente su ritmo: tum, tum… tum, tum. A veces, que el latido sea más rápido, tiene que ver con la cercanía de una chica, con uno de sus susurros, o con un leve contacto de su mano. Otras, en cambio, parece que se produce como antesala de algún hecho o circunstancia que pueda producirse.
Notaba ese ritmo acelerado mientras mis ojos, muy abiertos, recorrían cada rincón de la pantalla del ordenador en busca de la información que esperaba. Buscaba en los distintos diarios alguna señal de la gran profecía que se anunció desde tiempo atrás, y que se había agudizado en los últimos días. Sin embargo, habían pasado veinticuatro horas y no había ni rastro de ella, nada parecía haberse tambaleado y mucho menos caído.
Me palpitaba más rápido cuando encontraba alguna imagen de caos y violencia: “Aquí está”. Sin embargo, cuando leía la noticia nada tenía que ver. Llegué a imaginarme cómo sería la realidad de esa profecía: Una masa enfurecida desfilando por las calles, armados con antorchas y biergos, y cantando la “Canción del Pueblo”. A su paso, un rastro de destrucción y sangre como único testigo del nuevo tiempo.
Sin embargo, mis desenfrenadas palpitaciones se instalaron de nuevo en un cómodo y pausado ritmo. Desde que Manuela Carmena ocupa la alcaldía de Madrid, nada ha ocurrido de momento. Esto no es serio, me imagino que sus votantes estarán de lo más decepcionados. No han saqueado fábricas y grandes almacenes, no han quemado iglesias, no hay noticias que ningún niño haya sido devorado; los que tienen pisos en la playa siguen con ellos, no le han quitado el mercedes a nadie, y lo peor de todo, la Democracia sigue vigente. Vamos, lo que podemos decir un despropósito.
Ya lo único que faltaba es que los ciudadanos pierdan el miedo que se les está inculcando y tomemos por imbéciles a los miembros del Fondo Monetario Internacional, esos que tan sabios consejos nos dan y por tan buen camino nos llevan. Se me pone la carne de gallina si eso ocurriera. Mejor que estos radicales llegados a las Alcaldías ejerzan como tal y siembren un Apocalipsis, uno distinto al que vivimos en la actualidad, para que todo vuelva a su sitio, y así, los mercados, el Ibex 35, el G-7, la Troika y todo lo realmente importante siga viento en popa. Con nuestros soplidos, por supuesto.
Sit tibi terra levis
No ha pasado, pero sí va a pasar. La casta se mueve y ha rescatado esos tuits deleznables y poco inteligentes del tal Zapata. Unos no van a quemar iglesias, pero los otros van a quemar hasta la última oportunidad de destrozar el cambio
ResponderEliminarGracias Manuel por participar. Tienes razón, la pregunta es si el pasado es para unos cuantos o para todos. Me viene ahora a la mente un partido cuyo fundador no era muy demócrata, creo.
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