Igual que si se tratara de una gran Vuelta Ciclista. Así es como se pueden sentir los habitantes de este gallinero en un año tan electoral como es éste. El ciudadano tiene que ir superando etapas, un día tras otro debe sobreponerse al día anterior. Es lógico, que a lo largo de todo el recorrido, en algún momento, salga a relucir la fatiga, e incluso, no es extraño que haga aparición el vómito. No es para menos, en determinados tramos de la dura prueba, tienen que sacar fuerzas de flaqueza para no arrojar la toalla y mandarlo todo al real carajo. Pero vayamos por partes.
Todo comienza con la precampaña. Podemos decir que este momento se parece a las larguísimas etapas llanas que al final se resuelven al sprint. Aquí el ciudadano puede observar cómo los políticos tradicionales comienzan a posicionarse e intentan tomar la rueda más provechosa, es decir, obtener el máximo beneficio con el mínimo esfuerzo. No escatiman en lamer la trasera de aquella persona que sabe que les puede proporcionar un buen sillón. Llegado el momento de la verdad, no es extraño que en ese intento de tener el mejor sitio utilicen los codos para desplazar o incluso caer a otros que le puedan hacer sombra.
El comienzo de la campaña electoral son el inicio de las etapas de alta montaña, con constantes subidas a puertos de grandes pendientes. Aquí los sufridos votantes tenemos que soportar los continuos intentos de fuga que quedan en nada: cientos y cientos de promesas quedan en un enorme limbo político creado a tal fin. Se trata de una estrategia asumida por todos en que lo importante es ser un maestro en el arte del engaño. Un detalle que no puede faltar en toda etapa reina es el típico imbécil —a veces aparece incluso disfrazado o en paños menores— que se dedica a correr junto al ciclista incordiándolo y afeando la carrera. Este aspecto es igual que la propaganda que los partidos políticos tradicionales despliegan en las campañas. Gastan indecentes cantidades de dinero en ensuciar paredes y plazas con carteles en el que aparecen retratados los candidatos, a veces, ni siquiera se avergüenzan que el individuo en cuestión esté imputado o incluido en alguna causa de la justicia. Esto no evita que cuando vemos el susodicho cartel recuerde a esos del lejano oeste donde ponía: Se busca. Además me imagino que esta situación puede ser moneda de cambio para que los grafiteros se justifiquen: “si ellos ensucian con sus rostros las paredes, mejor que nosotros las pintemos”.
Después están los días posteriores a las elecciones. Se corresponde con esas etapas finales en las que algunos intentan convencer a ciclistas de otros equipos para que le ayuden, en un intento desesperado por ganar la competición. El ejemplo más claro lo tenemos en estos días con Doña Espe: capaz de pactar con el diablo para evitar que Manuela Carmena sea la próxima alcaldesa de Madrid. Sí, estoy de acuerdo que el tema sea totalmente legítimo, pero lo que me transmite es la imagen de una persona patética.
Y como no puede ser de otra forma, en esta dura Vuelta Ciclista también tenemos los lamentables casos de doping: dirigentes salpicados por la corrupción. En este aspecto lo político supera ampliamente a lo deportivo.
Sit tibi terra levis
No hay comentarios:
Publicar un comentario