About me

En esta página puede leer todos los artículos publicados hasta la fecha en el DIARIO DE MORON

5 de abril de 2015

LA CHICA Y EL VIOLÍN

Acababa de abrir la puerta de la habitación —la ciento once creo recordar—, y todavía saboreaba el último sorbo de café que minutos antes había estado tomando en la cafetería del hotel. Me disponía a terminar de hacer la maleta, y por supuesto a dar un último repaso, para no dejar olvidado el frasco de colonia o algún cinturón, cosa que ya se había repetido en otras ciudades y en otros hoteles. La puerta de la terraza permanecía entreabierta, tal y como la dejé antes de bajar a desayunar. El sol entraba ya en ese momento con fuerza, y lo acompañaba una música de violín.  

Un instante después allí estaba yo sobre la barandilla del balcón, dándole una calada a un truja y observando a la culpable de la música. Mi mala memoria me jugó una mala pasada, y a pesar de que la música era muy conocida, no acertaba a ponerle el título. Decidí tirar de tecnología y busqué la aplicación en el móvil que me sopla los títulos de las canciones que esté escuchando. Tras un par de intentos me rendí, solté el teléfono y puse los cinco sentidos en aquella escena —pasado unos días recordé que se trataba de una pieza de Barber—.

 La chica del violín parecía que no era de aquí, tenía un cierto aire nórdico, su pelo rubio, casi albino, y el color casi transparente de su piel, así me lo hacía sospechar. Sin embargo, tras oírle un “grasia” con un marcado acento sevillano, cuando alguien le echó una moneda en la funda de violín, me hizo desechar la  idea de que fuera del norte de Europa. Mientras seguía acariciando cada nota musical, a sus pies, un perro labrador echado en el suelo y con la cabeza cuidadosamente posada sobre sus patas delanteras cruzadas, dormitaba con el agradable sonido de la música. Frente a ella, sentado en una silla de ruedas, un viejo con pobladas barbas la observaba hipnotizado, sin perder detalle, y al que ella le dirigía continuas miradas y sonrisas.

Se formó un grupo de algo más de una docena de personas que se detuvieron para oír la música. De vez en cuando alguno se acercaba y le daba una moneda. Me imaginaba a la chica y a su familia haciendo grandes esfuerzos para costearle los años de conservatorio y  comencé a maldecir la nula preocupación existente por la cultura. Incluso me imaginaba a una pareja de policías locales cumpliendo órdenes de algún alcalde analfabeto y extendiéndole una multa a la chica por proporcionar cultura a los viandantes sin cobrarles el IVA al veintiuno por ciento.

Cuando más abstraído me encontraba la música se detuvo. El hombre de la silla de ruedas cambió su gesto tranquilo por un rostro que expresaba dolor, no hizo ruido alguno, sólo apretaba los dientes y se retorcía con disimulo sobre el asiento. La chica soltó con rapidez pero con cuidado el violín para dirigirse a toda prisa a los pies del hombre. Le retiró la manta que le cubría, lo descalzó y comenzó a proporcionarle un masaje en los pies. Lo hizo sin prisas, a conciencia, sabiendo lo que se hacía y dedicándole la misma sonrisa que cuando tocaba el violín. Poco a poco la expresión del hombre fue relajándose hasta no quedar rastro ninguno del dolor. Ella agarró el violín y de nuevo la música inundó la calle. Volví al interior de la habitación, cogí la maleta y me dispuse a salir con la idea lúcida de que aquella chica no tocaba el violín para conseguir dinero, sobre todo lo hacía porque aquel hombre disfrutaba escuchándola. Cerré la puerta—la ciento once creo recordar— y allí dejé aquella música de violín y… un frasco de colonia.


Sit tibi terra levis

2 comentarios:

  1. Gracias siempre por la música de tus palabras, Marcos. Seguro que escribes por las mismas razones que la chica tocaba el violín. En eso consiste el arte. Me encanta, y me ha recordado que tengo que pedir una cita al podólogo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Manuel. Tus palabras palabras suenan a música en mis oídos. Mil veces gracias.
      ¡Ah! Y no olvides ir al podólogo. En la siguiente columna diré algo de un dentista por si tienes alguna cita pendiente por ahí.

      Eliminar