¡Ja! Se me parte la caja. Resulta que ahora, a nuestro acongojado mundo occidental en general y a nuestro país en particular, nos ha entrado un ataque de libertad de expresión que nos rezuma por los poros. Es el momento de mostrar nuestra unidad para conservar y preservar nuestro más preciado bien: la libertad. Y ahora voy yo y me lo creo. No tendrán que pasar años, ni siquiera meses, en unos días al personal se le olvida el tema y a otra cosa mariposa.
Los terribles sucesos ocurridos en la bella París han provocado que un escalofrío nos recorra el cuerpo. No es lo mismo estar tomándote la sopa mientras en el telediario ves como vuelan por los aires una escuela —con sus niños y todo— en Pakistán o dos mil nigerianos son escabechados por Boko Haram, que sentir que a tres horas de avión de nuestra mesa camilla un tipo al grito de ¡Alá es grande! te mande al otro barrio. Ya alguna vez escribí que no todos los cadáveres tienen el mismo precio. Y estos de casa, indudablemente, cuestan más. Está claro que estos fanáticos se mean en la Alianza de las Civilizaciones y en el Trío de las Azores. Lo mismo le dan que sean católicos, musulmanes, budistas o judíos. Atentan contra todo, y contra todos, por la razón más simple del mundo: Por pensar distinto a ellos. Quieren imponer su modo de vida y para ello no tienen reparos en acometer las mayores atrocidades del mundo.
Pues decía. Ahora desde periodistas hasta políticos tradicionales intentan abanderar la defensa por la libertad de expresión. Pero nunca mejor dicho: A Dios rogando y con el mazo dando. En estos días, periódicos que en su día atacaron con sus editoriales al semanario francés por caricaturizar temas religiosos, ahora no tienen reparo en decir que este desgraciado suceso es un ataque a la libertad de expresión. O como en nuestro país, donde, aunque parezca mentira, la blasfemia todavía está presente en nuestro código penal. Otro ejemplo, no hace tanto, a Leo Bassi, le colocaron una bomba en el teatro donde se representaba su obra, más cerca aún, a este mismo actor, le intentaron prohibir su representación en Morón. Estos episodios me dan que pensar que para algunos se defiende la libertad de expresión en casa de los demás, pero cuando me tocan lo mío entonces la cosa cambia.
Podían aprovechar nuestros dirigentes la coyuntura de estos penosos momentos para dar ejemplo. No es muy lógico acudir a París a la manifestación que será un gran escaparate mundial a favor de la libertad de expresión, mientras en nuestro país se aprueba la Ley Mordaza que se pasará por la piedra a todo aquel que se le ocurra decir esta boca es mía. Y ya puestos, podían dejar de una vez por todas, la recurrente manía de algunos mierdecillas, de amenazar y coaccionar en cuanto tienen oportunidad, que no sólo se atenta a la Libertad de Expresión con un kalashnikov, también se hace en nuestro día a día en los centros de trabajo, en los colegios, o cuando un Concejal te llama al teléfono para “advertirte” de los posibles problemas que te pueden acaecer por defender determinada causa, y que algunos lo vivimos aquella vez en nuestras carnes.
Je suis Charlie.
Sit tibi terra levis
Justo al diez de la diana. No se puede decir mejor ni más claro.
ResponderEliminarUn saludo desde Navarra.
Muchas gracias Francisco. Un abrazo desde el Sur.
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