Lo siento, esta semana tiro la toalla, no puedo escribir sobre los políticos tradicionales. Asistir a ese ejercicio de desfachatez en la que el Pepesoe se ha superado con el tema de los viajes de sus señorías, hace que a cualquiera se le remuevan los higadillos. Ahora, además de golfos demuestran ser unos caraduras. Dicen que ellos mismos se van a controlar y que por lo tanto no tienen que publicar sus viajes. Eso y decir que somos imbéciles es todo uno.
Por ello permítanme que, tras leer que cada vez tenemos más profesores acosados en nuestro país, esta columna la dedique a romper una lanza por ellos: por los maestros. Para empezar, soy de los que suelo retorcer el gesto cuando alguien tira de tópico y dice que disfrutan de muchas vacaciones. A más de uno que piensa de esa manera les entregaba durante una gran parte del día a veinticinco infantes o adolescentes tan sólo con el fin de tenerlos controlados, no digo ya darles educación y conocimiento. Con toda probabilidad, la mayoría de los mortales no lo soportaríamos y seguro que no pensaríamos que nuestros maestros disfrutan de exceso de días libres.
Nuestro país, cainita por excelencia, se mueve por envidias y odios. Lejos de ver la figura del maestro como el pilar fundamental que debiera ser en nuestra sociedad, lo convertimos en el centro de nuestras críticas por el fracaso de nuestros hijos y del que normalmente somos culpables los padres. Mejor acusar a otros de nuestras miserias. Los maestros son los primeros en tener que soportar la perversa alquimia a la que someten el sistema educativo los poderes político y religioso, cambiando planes de estudio con cada nuevo gobierno. Cada vez desarrollan su labor con menos medios y los que tienen, en no excepcionales casos, dan pena. Soportan las críticas de quienes, con la mayor de las injusticias, los culpan de ser el problema del bajo nivel de nuestros estudiantes. Y lo peor de todo, lo más humillante, sufren agresiones de todo tipo: físicas y verbales. Mientras la sociedad, nuestra sociedad, mira hacia otro lado, y lejos de tomar y exigir las medidas pertinentes, guarda un cobarde pero significativo silencio.
Es momento para dar las gracias a cada uno de esos maestros que tuve desde mi infancia. Algunos por desgracia nos abandonaron excesivamente pronto. Siempre es pronto cuando la muerte nos arrebata a un sabio. Me asaltan los recuerdos, y me siento infinitamente agradecido a aquellos maestros que me soportaron, que me enseñaron a leer, a manejar los números, a plantearme preguntas sobre todas las cosas, los que me enseñaron a no conformarme con la primera respuesta, los que me mostraron la magia que encierra un libro, los que me hicieron ver que un puñado de palabras podían despertar todo un torrente de sentimientos, aquellos sin los cuales esta columna no sería posible. En definitiva, los que formaron parte de las personas que moldearon mi vida. Al fin y al cabo, ellos, los maestros, son eso: alfareros de vidas ¿Acaso existe labor más hermosa?
Sit tibi terra levis.
¡Bravo por los maestros!
ResponderEliminar¡Bravo por los profesores!
¡Bravo por los sabios!
(¡Bravo por aquellos que te enseñaron a plagiar a Pérez Reverte como si nada!)
Estimado Anónimo:
EliminarMuy agudo, si señor.
Le apunto algunos más: José Luis Sampedro, Juan José Millás, Javier Marías, un tal Cervantes, alguna vez Lope, Donna Tartt, Conrad, e incluso Pedro J. Ramírez. Pero son bastantes más.
Gracias por su comentario y participación.
Muy bueno el artículo Sr. Marcos Martínez, como siempre.
EliminarY para el estimado opinante Anónimo anterior solo decirle que soy un poco aficionado a Pérez Reverte, y decir que este texto es un plagio a D. Arturo es como decir que Gru ( Despicable Me si usted lo prefiere en su lengua original ) es un plagio de Los Pitufos ( Les Schtroumpfs en este caso ) por que sale un malo y bichos pequeños con colores extraños.
Siento si no se ha entendido la comparación, pero con gusto buscaré, si se tercia, otra más acorde con sus conocimientos en caso de que esta no le sirva.
Un saludo.
Estimado Sr. Anónimo 1:
EliminarSe le nota cierta inquina. Cierto regustillo amargo que le impide, desde mi punto de vista, ver con claridad. De hecho, en su avance desesperado hacia la yugular del Sr. D. Marcos Martínez, no ha dudado usted en arrasar sin piedad a maestros, profesores y sabios de toda índole. Una pena; usted tuvo también los suyos, que le enseñaron lo mejor que pudieron o supieron, y que también se merecen su respeto.
Con respecto a su facilidad para usar la palabra plagio a su antojo, solo tengo que felicitar sonoramente al Anónimo 2 por su respuesta, pues me parece brillante y además me ahorra discurso.
De todas formas, no se apure, ese reflujo a hiel que le invade las manos cuando aprieta las teclas tiene cura. Lea mucho, lea más, se le pasará.
Estimado Anónimo 2:
EliminarMe alegro que le guste el artículo. Le agradezco la explicación, yo no la hubiera hecho mejor. Y ya que el tema viene a cuento, supongo que Pérez Reverte admitiría que maneja usted la vizcaína con gran maestría. Da gusto saber que en algún lado puede aparecer un sable amigo.
Muchas gracias por participar con su comentario.
Estimado Anónimo 3:
EliminarNo le va a la zaga al Sr. Anónimo 2. Nada más placentero que ver interponerse su acero entre la ropera enemiga y mi yugular. Además se le aprecia su buen gusto cuando elogia el discurso del Sr. Anónimo 2.
Gracias por su comentario.
Estimado Sr. Marcos,
ResponderEliminarcomo es costumbre, excelente articulo. Poner su objetivo en este denostado colectivo, me ha traido al recuerdo a aquellos maestros que tuve y en especial a los que dieron mucho y bueno a la persona que soy y si en algo he fallado ha sido mi culpa, no la de ellos.
Grates innumeras.
Fran desde Navarra
Estimado Fran:
EliminarGracias. Debemos ser agradecidos con aquellos que nos ayudaron.
Gracias por tu participación.
Saludos para Navarra.
Como Anónimo 1 que soy, aunque con los Anónimos 2 y 3, comparto nombre y no apellido, quiero reivindicar varias cosas y que a ellos y al autor de este blog les molestan.
ResponderEliminarLa primera es la de actuar como un troll. Cuando uno expone públicamente sus ideas y sus escritos debe considerar como posible no gustar a otros. Y que a otros, si existe la posibilidad, les divierta entrar en esos sitios y comentar. Si se dan ustedes cuenta, este troll es amable y no insulta. Quizás, y es tan solo otra posibilidad, quizás, haya acertado en la diana el dardo lanzado y haya herido al escritor. Lo que piensa el troll es, ¡Buen lanzamiento!
En segundo lugar, y cosa que debería haberse dicho antes, y que si no se dijo, o entendió, fue por falta de maestría del troll, es que este troll es biznieto, nieto e hijo de maestros. Y que por ellos siente respeto. Entiéndase aquí que el respeto es a todos los maestros, no solo a sus ascendientes. Y entiéndase, por favor, que maestros se refiere a los de un género y otro, que uso el masculino como genérico a la manera en la que algunos académicos, entre ellos Pérez Reverte, defienden que debe hacerse.
También debo reivindicarme yo. Pues, en sus apuntes, el señor Martínez, me deja una lista de escritores, corta, pero, de alguna manera, selecta. Salvo Donna Tartt, a quien no he leído, y Pedro J. Ramírez, que sí leí y no me gustó, es esta lista una lista común en gran parte al lector medio español. Quizás si fuera amigo de este bloguero le podría hablar de mis preferencias, de mis gustos y de mis lecturas. Y así este escritor podría advertir que no dudo de sus lecturas, de su formación, ni de sus inquietudes; y que ni tan siquiera dudo de la influencia de Lope, Cervantes, Millás, Sampedro o Marías. Pero no se trataba de ver quién la tiene más larga, la lista de lectura, sino de otra cosa.
Cuando le decía a usted lo del plagio, palabra que uso a mi antojo, y como sinónimo de copia, señalaba la cantidad de veces que usted repite expresiones idénticas a las que el señor Pérez Reverte usa en sus artículos de Patente de Corso o en sus libros. Esta España cainita, esta vizcaína, torcer el gesto cuando alguien tira de tópico y otras expresiones me han parecido tan calcadas de las que usa el cartagenero que lo que he visto lo he sentido como copia; el hecho de que en sus escritos de este blog un día sí y el otro casi también, se intente transmitir el sentimiento de hartazgo de este país, al que se quiere dar la sensación de amar y sufrir por él, sabiendo que nos dirigimos a una desastre sin remedio, me recuerdan tanto al soberbio ex-reportero de guerra y al señor Alatriste, que no puedo sino pensar que se trata o de una emulación o de un... homenaje; los temas que aborda, los pretendidos recuerdos, me llevan a "En manos de quién estamos", "La doctora de los ojos fatigados", "El maestro de ajedrez" y no sé, otra vez la duda, si se trata de tan solo una fuente de inspiración o de un remedo.
Reivindico, pues, mi derecho a pensar, y decir, que creo que hay imitación tan grande que se puede llamar plagio. Y que no es gratuita esta afirmación, ni disparatada, ni tan colorida como el azul pitufo, Oh, mon Dieu!, je ne comprend pas la relation entre Gru et Peyo. Reivindico, pues, mi derecho a decir que esto no me gusta y no parece de gran calidad. Reivindico, pues, decir esto y lo que quiera, sin que usted sepa si lo que he leído ha sido más y mejor que lo que ha hecho usted; y decirlo para que le quepa una duda: si quiere usted escribir para los Anónimos del 2 al 3, o quiere usted escribir para usted mismo, para poderse mirar al espejo y sentirse bien, o mal, que es de lo que se trata el oficio de escribir.
Seguiré de todas formas el consejo del Anónimo 3 y leeré más. No porque rezume de alguna forma extraña la hiel de mi hígado por mi mano cuando aprieto alguna tecla. No, es más por miedo a ser ensartado por ese sable amigo que mencionan. Es que eso no me va.
Estimado Sr. Anónimo 1:
EliminarLa vida ha hecho que las opiniones no me provoquen heridas: “Uno ha visto cosas” que diría Reverte. Usted bien dice que es posible no gustar a otros, y le agradezco que en todo momento exprese su opinión huyendo del insulto, tampoco nadie le ha insultado a usted (no lo permitiría). Respeto su derecho a pensar que mi escritura no es de calidad, quizá tenga razón, es más, permítame que incluso le plagie el pensamiento. La escritura no es mi oficio y por algún lado tiene que salir. Con otros aspectos de su comentario no puedo estar de acuerdo, evidente. No trato de imitar o plagiar a nadie, la lectura me lleva a reflexionar y a opinar. Reconozco que ciertas palabras de Reverte me gustan y por ello las utilizo. Mas, el tono cabreado no es exclusivo del Señor Pérez Reverte, sino de cualquiera que tenga un poco de seso en estos tiempos.
Por otro lado, le diré que su escritura sí es de mi agrado, tiene detalles que me divierte. Cuando dice “Pero no se trataba de ver quién la tiene más larga, la lista de lectura, sino de otra cosa”, me ha parecido una genialidad, lo reconozco. Le doy las gracias por participar en el blog, lejos de sentirme dolido, me empuja a mejorar. Muchas gracias.
P.D: Me enorgullece enormemente que en mi escritura pueda ver tantos rasgos de mi admirado Pérez Reverte como para creer que le plagio.
Pues es curioso, pero me gusta más su respuesta, más reposada y menos grandilocuente, que su artículo.
EliminarPero eso es cuestión de gustos.
Anónimo 1
Se agradece.
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