Cae la tarde de esa forma en que sólo lo hace en la costa gaditana. Sentado en la terraza del Trinity, con el sol en la jeta, y la brisa del mar colándose por cada poro del cuerpo, me acomodo las gafas de sol y comienzo a disfrutar del ocaso. Observo a la camarera que se acerca, sonríe, y me deja la turbia cerveza de trigo sobre la mesa. Cuando se vuelve, ahora soy yo el que sonrío, y me quedo turbio ante la trasera y el contoneo de esta hermosa pantera. Me giro de nuevo al atardecer, enciendo un truja y me entrego a disfrutar el momento. En la mesa de babor, un grupo de jóvenes se esfuerzan por analizar los distintos equipos participantes del mundial. En la mesa de estribor, dos parejas entran en los detalles más personales de la coronación de Felipe VI.
Ambas conversaciones me evocan algunas situaciones de nuestra historia. Hay por ahí una famosa ley que dice que si algo puede ir mal, irá mal. A esa máxima habría que añadir que si algo puede ir a peor, irá a peor. ¿No lo creen? Pues miren nuestro noble Imperio y sabrán de qué les hablo. Cualquiera podría pensar que, tras perder nuestras abundantes extensiones repartidas por todo el mundo, habíamos tocado fondo. Desde entonces ha llovido bastante, sin embargo, la tragedia parece que aumenta por momentos y lejos de aprender de errores pasados parece que tenemos una especial tendencia a repetirlos, e incluso aumentarlos.
La mayor tragedia y el mayor desánimo no ha venido por el paro, desahucio, o situación de pobreza de numerosas familias; ha venido por la eliminación de la selección española de fútbol en el mundial. El hecho ha dejado tocado al ciudadano, ha metido la desgana en el cuerpo, y lo que es peor, ha hecho desaparecer la ilusión. Vamos, que lo de Trafalgar es una minucia comparado con los defensas de la selección. De forma paralela, esta situación ha supuesto un duro revés para nuestros gobernantes. Con la selección de vuelta a casa resulta más complicado que Montoro y sus secuaces puedan darnos por el ojete con alguna ley sin que el personal se entere. Los numerosos problemas existentes en nuestro país: la independencia de Cataluña, las protestas ciudadanas y la corrupción, sin olvidar los recortes en las libertades de la mujer y los indultos a los abusadores sexuales. Todos ellos no influyen en demasía para que todo el cotarro se vaya al carajo. Lo que realmente nos hunde es que entre holandeses y chilenos nos dieran un baño futbolístico.
En cuanto a la coronación de Felipe VI, les digo con toda sinceridad, no se puede esperar nada nuevo. Esas televisiones hablando de la alegría y el fervor de las masas que sólo ellos veían, y algunas actuaciones contra ciudadanos que defienden otro modelo de Estado, muestra que esto de democracia cada vez tiene menos.
El sol apenas asoma en la línea del horizonte. De repente, la dulce voz de la camarera del Trinity me devuelve a la realidad:-¿le traigo otra? -le sonrío, le indico la cerveza que quiero, y de nuevo la vuelvo a ver alejarse con su espectacular contoneo y sus alborotados cabellos. Pienso que por ella sí que merece la pena batirse en duelo. El resto, Imperio incluido, que se vayan a hacer puñetas. Y al dirigir de nuevo la mirada al mar, de mi boca, como un susurro brotan unas palabras:
-Adiós Imperio, adiós.
Sit tibi terra levis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario