La que ha liado el Évole con su programa dedicado al golpe de estado. Las tertulias en los distintos medios no han parado de lanzar argumentos a favor o en contra del conocido periodista. Pero no. No pienso dedicar esta columna para defender o atacar esa forma de hacer televisión. Si acaso, lo único que quisiera destacar es que al final del programa explicara que todo era falso, un montaje en torno a unos hechos. Habitualmente en nuestro estercolero se cuentan patrañas y cuchufletas de toda índole, todo ello explicado en medios considerados serios sin que se cree tanta polémica. Por ejemplo, esta semana ha tenido lugar la gran farsa por antonomasia de nuestra paupérrima democracia, el debate del estado de la nación. Pues bien, hubiera sido de agradecer que al final , el presidente del congreso, se hubiera dirigido a los ciudadanos diciendo; “ciudadanos del estercolero, todo lo que han escuchado por la boca de estos golfos, es mentira”. Lo único que tiene de verdad es que todos se declaran ganadores y los únicos que pierden son los ciudadanos.
La semana debería estar llena de alegría y jolgorio, así corresponde a las fechas dedicadas al carnaval. Pero, esta semana se despide gris, triste, melancólica. En algún rincón, una guitarra apoyada sobre una pared, derrama sus lágrimas maldiciendo su desdicha, su orfandad. Desconsolada, mirará al cielo sabiendo que nadie hará brotar de sus cuerdas la música como lo hacía el inigualable Paco de Lucía. En estos días, el mundo tiene menos música.
Pero las malas noticias no vienen solas. En nuestro pueblo se recibe la sentencia con la condena a muerte de nuestra sierra. El destino, a veces, despliega un sentido del humor un tanto cruel. Mientras leía la triste noticia, en la radio, la Junta de Andalucía se anunciaba con una “Andalucía sostenible”. Cada vez tengo más claro que nuestro pueblo ha sido elegido por todo tipo de dioses como campo de experimentación. Aquí prueban sus iras para después aplicarlas en sus castigos, infiernos y demás demostraciones maléficas de poder. Nos arrasan la Sierra de Morón. La base aérea aumenta en presencia americana y disminuye en trabajadores. Las carreteras aumentan sus siniestras cifras de accidentes por el lamentable aspecto que presentan. Pagamos los impuestos más elevados de la zona, eso si, a las grandes empresas nada de subidas. Nos engañan durante decenas de años con el hospital. Dispusimos, disponemos y dispondremos de abundantes políticos mediocres, carentes de responsabilidad, honorabilidad y sobrantes de dureza facial. Imputados agarrados a sillones. Helipuertos sin helicópteros. Crematorios concedidos con nocturnidad y alevosía. Espacios públicos concedidos para intereses privados -disponemos de una plaza de toros sin toros y convertida en centro comercial-. Y así hasta el infinito y más allá.
Aún así, espero, más bien deseo, que este pleonasmo de maldad e incompetencia vertida sobre nuestro pueblo, llegue algún día a su fin. Los dioses reunidos en pertinente cabildo, decidan que ya es hora de dotarnos de un poco de felicidad. Simplemente con desprendernos de la mediocridad que nos ha tocado sufrir, ganaríamos muchos enteros. Quizá sólo sean necesarios políticos que no utilicen ayuntamientos como trampolín para darse la vida padre en diputaciones. Sería un buen principio, lo demás vendría solo. Verbigracia.
Sit tibi terra levis.
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