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13 de enero de 2014

QUINIENTAS PALABRAS

Quinientas palabras, aproximadamente. Esa es la extensión que suele tener esta columna cada semana, desde hace más de dos años. Elegí esa extensión bajo el prisma de cualquier sufrido lector. Si es una lectura insoportable, en unos instantes se acaba la tortura. Si la lectura es placentera -cosa más complicada-, siempre quedarán reservas para leer las siguientes. De cualquier forma, ni excesivamente largo, ni exageradamente corto. Un espacio que sirve para escapar de todo aquello que nos rodea.
Esa fue la explicación que le ofrecí a un sufrido lector de esta columna que me abordó en la sobremesa de una de esas comidas de empresa -habría que cambiar el nombre, las empresas no suelen estirarse mucho-. Le indiqué, que la columna prácticamente se escribe sola, en este estercolero tenemos materia prima suficiente para hacer columnas de opinión a diario. Digo bien, columna de opinión. Algunos vividores de la política me tachan de analista político -ahí es nada-, situación que demuestra dos cosas. Por un lado, la mediocridad de nuestra casta política que no sabe apreciar que mayoritariamente son opiniones tomadas de nuestro entorno, de nuestro día a día. Por otro lado, me dan la razón, cuando ejerzo de “analista político”, en referencia a lo“anal”, ya que suelo darle estopa a las deyecciones soltadas por nuestros impúdicos sablistas.

Pero si hay algo que honra a nuestros acomodados representantes es la tolerancia. Le aseguré al tertuliano, que si por algo se caracterizan nuestros amados políticos, es por el respeto y protección de la libertad de expresión. Jamás, nunca, serían capaces de tomar venganza contra alguien que piensa de forma distinta. Ellos son los baluartes de nuestra ejemplar democracia, los ayatolá de los derechos civiles, los mesías de las libertades ciudadanas -entiendan que mientras comentábamos estas palabras, nuestros ojos, llenos de emoción, contenían las lágrimas difícilmente-.
Le indiqué que la casta política tradicional en nuestro pueblo, jamás se preocuparía por quinientas palabras -aproximadamente-. Acaso han mostrado signos de preocupación por las más de dos mil firmas de ciudadanos. Nuestro actual equipo de gobierno, especialista en poner en valor todo, niega el valor de las firmas de algunos miles de ciudadanos. Pero no sólo niega ese valor, a los firmantes nos dicen que hemos firmado prácticamente por impulso, por monotonía, nos ponen un papel por delante y caemos en la trampa, es decir, que firmamos porque somos lelos. No se el motivo, este hecho, me lleva a recordar una curiosa leyenda existente sobre un recaudador de impuestos que se quedó sin plumas y cacareando. Cosas de la mente, supongo.

Y del crematorio, que me dicen. Es o no es curioso. Ahora que existe un motivo para que deje de funcionar, algo que nunca tuvo que haber empezado. Pues nada, se dan largas para que el asunto no se resuelva. Eso si, nada de ver paseando a nuestros concejales con sus hijos -los que permitieron abrirlo y los actuales que lo siguen manteniendo- por las cercanías  cuando la chimenea está largando sus humos. 

Pero nada, pelillos a la mar. En el  Pepesoe  van de la mano en el asunto del crematorio y en los impuestos. Eso si, son opiniones expresadas en quinientas palabras, aproximadamente.


Sit tibi terra levis

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