Esta semana hemos asistido a la confirmación de la evidencia. Se publica el informe de la OCDE y ya tenemos nuestras sospechas confirmadas. Somos unos zoquetes, cenutrios o berzotas. Podemos sentirnos orgullosos, somos el país mostrenco por antonomasia. Dicho informe indica que de matemáticas nada de nada y para comprender las cosas, pues no damos pie con bola. Aunque, tengo que decirlo, pudieron ahorrarse el trabajo. Para ello, se enciende la televisión y tras ver un par de programas de máxima audiencia ¡Tatachán! Tenemos una idea del nivel que tenemos los españolitos. Ahora, gracias al citado informe he visto la luz. Es momento de entender muchas circunstancias de nuestra vida diaria y de nuestra sociedad. Todo tiene explicación. Veamos algunos ejemplo y verán cuanta razón tengo.
En estos días ha dicho nuestro ministro de hacienda y de permanente voz aflautada, que los sueldos en el estercolero no han bajado. Comprendo que algún vivaracho lector pueda acordarse de los antepasados del ministro y pensar que el sujeto tiene la vergüenza de un cochino. Pero personalmente, no creo que ese suave tono de voz en el congreso tenga intención de mentir -cosa ya habitual entre los miembros del gobierno, dicho sea de paso-. Lo que ocurre es que los españoles no estamos creados para entender las matemáticas y nuestro ministro es un ejemplo para que el resto de la ciudadanía no sienta complejo alguno.
Otro caso que podemos tomar como muestra. Conocerán la medida que están tomando algunos ayuntamientos -me refiero a la acepción que se refiere a casa consistorial, no piensen en la acción de ayuntarse- para evitar la mala imagen que da toparse por las calles con gente pidiendo limosnas. Pues bien, es evidente que los desmañados que han ideado semejante medida tienen una capacidad comprensiva bastante limitada. Poner setecientos cincuenta euros de multa es de las mejores gilipolleces vomitada por un político. Vamos, que si el individuo en cuestión tuviera esa cantidad se iba a dedicar a tener que ir pordioseando por las calles. Demostrado, la imbecilidad humana no tiene límites.
Expongamos ahora algún caso donde el problema radica en el déficit de comprensión relacionado con nuestro lenguaje. Lo hemos vivido en nuestro propio ayuntamiento. Se hablan unos a otros y no se entienden. Nuestro concejal de hacienda llama al Mosqui y la conversación se saca de contexto. Este Mosqui siempre pensando malamente. Acaso algún ciudadano puede creer que los políticos tradicionales son capaces de insinuar algún chanchullo que pudiera perjudicar a nuestra cleptocracia. Acaso no es un ejemplo de transparencia reconocer que ese tipo de historietas y conversaciones -ese clásico; hoy por ti y mañana por mí- se producen continuamente. Personalmente me ha servido para reafirmarme en mis convicciones sobre esta cleptocracia. Puedo decir que me siento más cleptócrata. En todo este embrollo habrá algún aprovechado que pedirá la dimisión de nuestro concejal de hacienda. Memeces. Lo que ocurre es que el Mosqui es una víctima más de nuestra incapacidad para entender el lenguaje, que para eso somos el culo del mundo en comprensión. Lo que deberíamos exigir los ciudadanos son clases de apoyo en lenguaje para el Mosqui, al fin y a cabo el es un simple doctorado en matemáticas, que puñetas va a saber de la lengua de Cervantes. Sería un paso importante para acabar con este país de cipotes.
Sit tibi terra levis.
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