De
la misma forma que hay semanas en las que esta columna se escribe
prácticamente sola, esta semana cuesta horrores ponerse delante del
teclado. Cuando el club de las miradas perdidas toma su máximo
esplendor, algunos tenemos el cuerpo jodido, tremendamente jodido.
No obstante, intentaré darle a la tecla.
Hace
unos días, estaba disfrutando de una cerveza en Retamares, donde ese
Javi suele estar con su habitual buen humor dispensando tan preciado
elemento líquido –situación que se agradece enormemente en los
tiempos que corren-. Pues estaba en ésas cuando se desencadenó la
habitual tertulia. Como no puede ser de otra forma, el tema estrella
era La Cosa. Unos, defendían directamente el uso de la pólvora y el
acero afilado. Otros, medidas macroeconómicas encaminadas al choteo
variado de la prima de riesgo y diarrea controlada del déficit de
nuestro poderoso imperio español. Pero todos coincidían en
proporcionar estopa a los dirigentes políticos.
Cada
vez soy más comprensible con la casta política tradicional.
Nosotros los parias de esta sociedad no podemos ni debemos
compararnos con tan selectos individuos. Es más, debiéramos
sentirnos identificados con esas criaturitas. En el fondo, somos muy
semejantes. Nos quejamos cómo estos angelitos de dios viven en su
burbuja, alejados de la ciudadanía y enfrascados en sus beneficios.
Nosotros, la ignorante plebe, actuamos de forma parecida, ¿no? Por
ejemplo, díganme lo que hacemos por nuestros semejantes que son
azotados por la enfermedad que mayor mortalidad causa en el mundo, la
malaria. Claro, ojos que no ven, corazón que no siente. Visto así,
somos de la misma calaña que nuestra amada y admirada casta política
tradicional. Pero tienen mejor corazón y no van por ahí
criticándonos a todas horas.
Que
fácil resulta vituperar continuamente a nuestros dirigentes.
Mientras, de forma desinteresada y altruista sientan sus posaderas en
sillones para exprimirse las seseras por nosotros. Que sabemos, los
parias, para criticar las razones por la cual se privatiza el deporte
en nuestro pueblo; razones de estado, datos macroeconómicos, un
informe técnico por aquí, una inspiración divina por allá, lo que
sea. -Es que mi niño no ha sido elegido y ya no puede jugar al
fútbol- ¡Coño! Que no podemos sacar cuatro docenas de Iniestas al
año. Los niños desechados que vayan preparando el cuerpo y el
hígado para irse a la Ballenita a ponerse hasta el culo, que los
vendedores de botellonas también tienen que comer.
Que
fácil resulta hacer la pancarta y vocear a los cuatro vientos que no
queremos un crematorio en el pueblo. Sabrían los anteriores
dirigentes lo que hacían. No me extrañaría que dispusieran de
algún estudio publicado en alguna revista médica, donde explicara
los saludable que puede resultar la inspiración de prótesis de
caderas cada ocho horas. Y esos adorados dirigentes de entonces, en
un alarde de responsabilidad y honestidad política, decidieran no
dar a conocer semejante hallazgo para evitar sacar rédito en las
urnas. Incluso, los actuales dirigentes habrán tenido noticia del
magnánimo estudio y por ello no mueven un dedo.
Seamos
comprensibles, que nos entre de una vez en la cabeza. Ellos están en
esos cargos, para ayudarnos y proporcionarnos una vida mejor.
Paguemos y callemos, como dios manda.
Sit
tibi terra levis.
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