Ha pasado una semana desde que los ciudadanos de nuestra querida Andalucía depositáramos la papeleta verde en la urna. Por tanto, en estos sietes días hemos asistido al continuo análisis de los resultados. Para unos, pudiera ser fruto de la alineación planetaria entre Jupiter y Urano, para otros el desenlace electoral tendría que ver con la utilización de productos transgénicos en el sector alimentario. En definitiva, hemos podido oír argumentos de lo más variado y surrealistas. Quien no se conforma es porque no quiere.
Lo reconozco, estas elecciones han sido muy divertidas. Lo que más me ha puesto es el tema de las encuestas. Me imagino la cara de los responsables de esos estudios. Para las próximas elecciones habrá que ver como venden su producto, porque acertar, lo que se dice acertar, no se acercaron ni por asomo. Esta Andalucía tiene mucha guasa. Al paria de a pie, le asaltan a la hora de la siesta con una llamada de teléfono. Lo primero que hace es truñarse en los muertos más recientes de la empresa telefónica, al sospechar que le quiera endosar alguno de sus productos. Sorprendentemente, una dulce voz te invita a responder unas preguntas para una encuesta. Todavía con la baba por la comisura labial, intentas centrar la neurona en las preguntas. Como en ese momento comienza la telenovela Amar en Tiempos Revueltos, pues te centras en la trama de la serie y contestas azarosamente a cada pregunta. Cuando cuelgas, te pregunta tu sufrida pareja por el motivo de la llamada. Uno intenta sobreponerse, pero difícilmente puede distinguir si la encuesta era para saber la intención del voto o te estaba vendiendo un flamante colchón viscoelástico. Claro, que ocurre, cuando el superordenador de turno se pone a analizar esos datos, no tiene en cuenta que la varianza, covarianza, el coeficiente de Pearson, el percentil o su puñetera madre están influenciados porque, como buen cenutrio, cuando contesté podía estar más pendiente de la Belen Esteban -en ese momento boceaba su última separación en el siempre interesante Sálvame de Luxe- que a las preguntas de la trascendente encuesta.
Con independencia de la escatológica consecuencia de la estadística, hay que analizar los resultados propiamente dichos. Políticamente, como no puede ser de otra forma, han ganado todos. Suele ocurrir, Cada vez que somos reclamados por las urnas, los partidos políticos salen victoriosos. Lastima que al Betis no le ocurra lo mismo. Pero, es curioso, que un partido pierde un determinado número de representantes o de votantes, no importa. Al momento el portavoz en rueda de prensa defiende, en lenguaje no sexista -of course-, que se sienten ganadores: “en el día/dio de hoy, el pueblo/puebla soberano/soberana, ha demostrado/demostrada su madurez/madureza y ha determinado/determinada que nuestros/nuestras candidatos/candidatas son más guapos/guapas que los/las de otras/otros fuerzas/fuerzos políticas/políticos”. Hay que darle al adversario como sea.
Pero, pongámonos serios, estos temas no son baladí -pudiera creer el paciente lector que mi reflexión esté basada en chascarrillos, mofa o escarnio de la clase política. Sálveme dios de semejante ligereza-. Como decía, tras hacer un análisis riguroso de los resultados obtenidos por los distintos grupos políticos, podemos concluir lo siguiente; el ganador de las elecciones ha perdido, el perdedor de las elecciones ha ganado y el que más ha conseguido avanzar ha quedado el último.Así de fácil.
Sit tibi terra levis.
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