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26 de marzo de 2012

AL MAYOR HEROE CONOCIDO

La sociedad actual está falta de héroes. Leyendo la prensa -una vez retiradas las veinte páginas dedicadas a escándalos políticos- observamos como pequeños actos se resaltan como hechos heroicos. No es que me parezca mal, muy al contrario. Pero, resulta tremendamente llamativo. Situaciones que en otras épocas eran consideradas dentro de la normalidad, hoy día se resaltan como actuaciones excepcionales.

Me imagino, todo esto tendrá que ver con el modelo actual de sociedad en la que movemos el trasero. Es decir, hoy día cada uno va a lo suyo y por supuesto, la responsabilidades para los demás. Por tanto, cualquier gesto solidario se ve como la mayor de las gestas que un ser humano pueda realizar. Los profesionales que nos dedicamos a determinados servicios públicos lo tenemos un poco más difícil. Cuando haces algo por algún semejante, reza para que todo salga bien. Puedes actuar de la forma más correcta y profesional, pero si la cosa se tuerce o no tenía solución -porque alguien debiera aclarar que a veces las cosas no se pueden arreglar- ve preparando abogado, porque lo primero es intentar que el juez te meta un puro. Algún día quizás cuente un nutrido ramillete de anécdotas relacionadas con el tema.

Dicho todo esto, quiero contar un hecho ocurrido hace algunos días. Imagínense la situación; niño de unos seis años, rubio, leptosómico, sentado con la mirada hacia el suelo. Portaba un chichón en la zona derecha de su cabeza, unos arañazos en los brazos y algún punto sangrante en la cara. En definitiva, al pobre infante le habían dado estopa de la buena. La madre, le dirigía una reprimenda importante. El crío no respondía, con una tranquilidad pasmosa dejaba que su madre desahogara su enfado. Jacinto -así es como se llama- parecía manejar los tiempos como un profesional. Sabía guardar silencio para no empeorar la situación, ya tendría su oportunidad de responder.

Al parecer, Pablo -creo que ese era el nombre-, otro pequeño cabroncete de mayor edad y constitución atlética, era el responsable de las lesiones de mi pequeño protagonista. La madre, un poco más tranquila, le indicaba que no debía de acercarse al tal Pablo, así evitaría que le insultara y sobre todo que no le zurrara más. Fue entonces; Jacinto vio que era su momento, levanto la mirada hacia su madre y le dijo -no mamá, no me insultó a mí-. La madre lo miraba con la cara fuera de lugar y el pequeño siguió con el relato de los hechos -es que estay harto que siempre insulte y le pegue a los niños de mi clase-. El enfado de la madre subió de nuevo e incrédula miraba a su alrededor para buscar apoyos. Se dirigía a su hijo repitiéndole una y otra vez que no se metiera donde no le llamaban.

La situación me puso la carne de gallina, pude cruzar una mirada de admiración con el pequeño desconocido. Rápidamente me percaté de la grandeza del pequeño; estaba ante un gran héroe. Un héroe de verdad. Aquel mocoso los tenía bien puestos, enfrentarse al camorrista que habita un par de cursos por encima de él, merece todo tipo de respetos y homenajes. Supongo, que en el patio del colegio, Jacinto será señalado por sus compañeros -mira, es Jacinto, el que defiende a todos los de su clase- y por supuesto, alguna de sus compañeras suspirará con profundidad a su paso. Mientras, mi admirado, no se quejará de las heridas, pero pagará el alto precio de los héroes incomprendidos; su madre le castigará varios días la playstation. Perra vida.

Sit tibi terra levis.

2 comentarios:

  1. Hola marcos:hoy me he sorprendido gratamente al ver tu comentario,después de semanas de dar caña a diestro y siniestro parece que te has relajado un poquito(que ya era hora) y desde aquí felicito a ese héroe tan solidario.

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  2. Tampoco he dado tanta caña. Por otro lado, el protagonista merecía este pequeño homenaje. Merece más prioridade que las elecciones. Je, je, je.

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