Esta semana estamos de celebración. Los enamorados tenemos nuestro día dedicado en el calendario. Los romeos y julietas tienen dedicatoria especial todos los catorce de febrero. El Jonatan seguirá mostrándole su amor a la Jennifer haciendo una pintada enorme sobre la fachada de San Miguel, gesto de amor magnánimo se mire como se mire. El amor se respira por los cuatro costados y se dispara la demanda de píldoras postcoitales. En definitiva, la felicidad se apodera de los elegidos por cupido.
Pero este año, con la dichosa crisis, la celebración es menor. El más afectado, nuestro querido corte inglés. Los aleteados por mariposas gástricas no gastarán grandes cantidades en regalos para sus amadas. Los diamantes ensortijados tendrán que esperar para ocasiones mejores. La lencería fina, esa cuyo precio es inversamente proporcional a la cantidad de tela que ofrecen, se dejará dolorosamente depositada en el maniquí. Con lo bien que le sienta, al maniquí.
No obstante, donde hay alguien perjudicado es porque existe otro beneficiado. Los grandes afortunados de las miserias del enamorado tieso no son otros que los chinos. Ante la imposibilidad de comprar un pedrusco en el corte inglés, nos dirigimos a esos centros de ocio en los que se han convertido las tiendas de los chinos. Ofrecen la salvación del enamorado. Disponen de todo un arsenal de posibles regalos para mantener viva la llama del amor. Todo a un precio más que razonable para los crudos tiempos que corren. Allí, no está el maniquí, posando descaradamente para hacerte caer en el consumismo fácil. En su lugar, aparece toda una enorme y amontonada montaña de lencería. Alguna, hay que reconocerlo, horrorosa y hortera. Pero también hay un detalle que agradecer. Prácticamente la ropa interior color carne no existe. El sufrido lector estará conmigo. La ropa interior color carne debería estar prohibida, exterminada o en su caso reservada como arma terapéutica para los excesos de libido. Y como no, como una más que eficaz medida de control natal. Se me ocurre enviar una misiva al Vaticano proponiendo esta posibilidad para su uso en África. Con ello, se evitará la polémica sobre la utilización de profilácticos como medida contra el sida en el continente africano. Parece que ya lo estoy viendo, su santidad aconsejando –no le demos a los negritos condones, proporcionémosles bragas de color carne y el sida tendrá los días contados-.
No quiero desviarme del tema. Como pintan las cosas en este país, más vale que estemos enamorados. Enamorados de la vida, de las personas o del Betis. Pero enamorados. Parece que es la única forma de mantener las ilusiones y la esperanza en esta perra vida. Para finalizar, dar mi pequeño homenaje. A esas morenas, de curvas curvadas, ojos oscuros, sinuosos andares y que cuando muerden ligeramente la comisura de sus labios nos erizan hasta el último punto de nuestra piel. A ellas, que ilusionan a tantos desilusionados con su sola presencia. A ellas, que saben como dar sentido a todo. A ellas, porque simplemente nos vuelven locos.
Sit tibi terra levis.
Querido Marcos:
ResponderEliminar¿No has pensado que unas bragas color carne/caucásica en África pueden ser como la lencería negra en España?
Coño pues es verdad. Lo tendré en cuenta. Gracias por el apunte.
ResponderEliminarMarcos
Pues no seré yo quién intente vender ninguna moto sobre la lencería femenina de estilo vintage; esa, precisamente, que seanda denostando más arriba. Pero como éste es un blog de opinión y es de lo que se trata, diré que a mí me horroriza en la misma proporción los hombres que miran antes un culo que una escotadura supraesternal.
ResponderEliminarSólo hay que irse al cine para ver qué tipo de ropa interior se puede ver en según qué películas, y el corolario: cuanto menos trapo, menos seso.
Qué sería de "El piano" sin ese agujerito en las medias victorianas de Holly Hunter por donde Harvey Keitel acaricia ese único centímetro desnudo de piel. O sin ir más lejos, el striptease más famoso del cine, donde Gilda se deshace simplemente de un guante.
... Y sin ganas de ahondar demasiado, a ver cuándo los amantes del tanga negro se dan cuenta de que puede ser mucho más sexy vestir a una mujer que desvestirla.
Estimado anónimo:
ResponderEliminarTengo que decirte que tienes razón en lo referente a esa obra de arte que es "El piano", pero gana mucho con la música de Michael Nyman sonando de fondo en algunas escenas. O la conocidísima "Gilda", con esa sensualidad desbocada con el simple hecho de quitarse un guante. No obstante, hay que tener en cuenta un sutil pero imprescindible detalle, la sensualidad de cualquier gesto o ropa que se utilice es intrínseco a la persona que lo hace o la lleve. Es decir, la sensualidad de una mujer es innata, no creo que se aprenda. Una mujer sensual lo es por mucha ropa interior "color carne" que lleve. Pero a mí no me gusta ¡ea!.
En cuanto, a vestir a una mujer, es un arte de cierta complicación, tremendamente sensual, lo admito. Pero esta noble tarea debe quedar en manos de auténticos expertos, de lo contrario corremos el riesgo de hacer el peor de los ridículos.
P.D: Por supuesto darte las gracias por dejar tu opinión. Habría mucho que hablar sobre el tema de la sensualidad. Saludos.