Pensará el astuto lector, a qué viene tan porcino artículo. Les explico. Acabadas las navidades, comienza el mayor reto de los humanos del primer mundo; la dieta adelgazante. Una vez pasado reyes, nos llenamos de buenos propósitos y le echamos valor. El objetivo consiste en eliminar los excesos cometidos en estas fechas y conseguir un cuerpazo que nos permita lucir palmito en Valdelagrana, allá por julio. El día señalado para nuestra misión suele retrasarse. No podemos abandonar al efecto del tiempo todos esos artículos sobrantes de la festividad. El cuerpo es débil y la tentación suele apoderarse de nuestra mente. No podemos renunciar a esa caja de bombones. Pero si sólo quedan nueve bombones. Es una pena que se estropeen. Va, me los como y mañana empiezo la misión.
Una vez arrasada la despensa, comenzamos a diseñar nuestros menús. Abundante yerba -¡ojo! no confundir con otras de alucinógeno efecto-, mucho tomate y pechuguita de pollo a la plancha. El plan no puede fallar. ¡Ah! Se me olvidaba, cervecitas y tapita en el Mentidero, ni mirarlas. Bueno, siempre existe la posibilidad que Manolo Suárez y Fini sean conscientes de nuestros esfuerzos y diseñen algún manjar de insignificantes calorías –a ellos me encomiendo-.
Para conseguir ciertas garantías de éxito, el cerdo suele ser el gran beneficiado. Por supuesto, a costa de sus hermanos los pollos. Mejor tú que yo, pensarán los puercos. En esta época, los cerdos viven tiempos de bonanza, su sacrificio suele producirse en menor cantidad gracias a esos excesos navideños. Aquí debemos rendir un pequeño homenaje al otro gran perjudicado de las fiestas, el pavo. Los cerdos viven su particular agosto, tendidos en el lodo, añorando los tiempos de Al-Andalus y soñando con su regreso. Mientras, da gusto ir a los gimnasios. El número de gordos superamos a los cachas. Además se aprende muchísimo. Hola maripili, ¿cómo te va? Bien, maripuri, lo que pasa es que a mí me engorda el agua. Eso no es nada, lo mío es peor. A mí me ha dicho mi dietista que mis catorce tallas de más no es por la grasa, son gases. Has visto a la marirosi. Se ha quedado en las guías. Seguro que es por los disgustos que le da el marido.
A todo esto, Mariano Rajoy se frota las manos. Con cuerpos estilizados, las apreturas de cinturones serán más fáciles y la gente se quejará menos. En definitiva, creo que corren buenos tiempos para los cerdos. Al menos algunos comienzan el año contento. Otros, siguen condenados a seguir pasándolo mal por culpa de mucho hijoputa. No piensen mal. Me refiero a lo mal que lo pasan los pollos en estas fechas.
Sit tibi terra levis.
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