Continuamos en estas fechas tan señaladas con el cuerpo metido en caja. Nuestro cerebro activa todo un arsenal de hormonas para ponernos tiernos, melancólicos, de lo más solidario y con la mejor predisposición para utilizar la tarjeta del corte inglés. Como corresponde al momento. No es para menos. Por las calles suenan las, a veces, incompresibles letras de los villancicos, la gente se felicita afectuosamente, el alumbrado colocado para la fecha brilla majestuoso -anda coño, si este año no hay ni una bombilla-. ¡Ea! Con lo bien que iba la cosa. Se jodió el belén (sabrán apreciar lo acertado de la afirmación).
La navidad ya no es lo que era. La celebración del nacimiento de la imberbe criatura no está a la altura necesaria. ¿Tendrá que ver con el asunto algún acto del demonio? Desde hace mucho tiempo, creo que dios nos dejó por imposible. Seguramente, decidió dedicarse a otros menesteres. Posiblemente tenga también su parte de culpa. Hacer el mundo en seis días tiene sus consecuencias. Ya tuvo que enmendar algún error, véase como se descocaron los dinosaurios y no le quedó otra opción que pegarle una pedrada al planeta y mandarlos todos a la puñeta. Esos animales tan grandes cagando toneladas de mierda y comiéndose todo el jardín, donde se habrá visto semejante disparate. Los designios son inescrutables.
Con la especie humana no ha llegado a tanto, aunque ganas no le faltarán. Me imagino el debate entre padre, hijo y espíritu santo; alguno estaría por la labor de retocar la órbita de algún meteorito en condiciones. Suerte que en la votación final ganó la opción de abandonarnos y posiblemente empezar el negocio en otro planeta aprovechando la experiencia acumulada. El perspicaz lector se preguntará como he llegado a tan desesperanzadora conclusión. Echen una visual al mundo, observarán como el nivel de putadas capaces de desarrollar el ser humano es prácticamente ilimitado. Además, como no puede ser de otra forma, preferentemente, los débiles son los que las sufren en sus carnes. Suerte que en el juicio final ajustará cuentas más de uno. No puedo evitar esbozar una sonrisa cuando llamen a la puerta del paraíso esos banqueros y políticos corruptos. Entonces el portero no tendrá reparos en decirles que estaban avisados. Sí, eso que dijo de pasar un camello por el ojal de una aguja antes que un rico al paraíso, lo de Lucas 18 18-25. Por tanto, crudita se va a poner la cosa para algunos.
En definitiva, como decía, no hay más que vernos. La estupidez humana hace que nos creamos estupendas personas, sólo por el hecho de estar durante estos días donando cuatro perras a los negritos de África, haciendo telemaratones para apadrinar a perros abandonados por sus perros dueños o comprando las postales de unicef que nadie envía. Por supuesto, a todo este espíritu navideño no le puede faltar la guinda, un buen powerpoint con musiquilla navideña, lleno de fotos con atardeceres, una docena de frases empalagosas y un aviso al final advirtiendo el peligro de no reenviarlo a todos tus contactos pudiendo padecer el peor los castigos de dios. Ese mismo que no nos hace el más mínimo caso desde hace tiempo. Y con razón, con mucha razón.
Sit tibi terra levis.
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