Hace unos días estaba disfrutando de la compañía de mis dos compadres en uno de los paraísos culinarios de este pueblo, el Mentidero. Un lugar para disfrutar de los magníficos caldos recomendados por Manolo Suárez y acompañados por las delicatesen que Fini prepara con la delicadeza y maestría que tan noble arte requiere. Un lugar que despertaría la envidia del propio Baco.
Pues en esas estábamos cuando nos pusimos mano a la obra, comenzando nuestra habitual tertulia. Como no puede ser de otra forma, uno de los temas estrella suele ser la política local. Tengo que admitirlo, es un tema que generalmente me divierte mucho, sobre todo, lo pasé en grande estos años pasados con las declaraciones y ruedas de prensa del personal, era fuente inagotable para la diversión, esa facilidad de verbo, ese uso sin medida del diccionario y sobre todo ese aporte a la investigación de nuevos léxicos o formas gramaticales.
Pues como decía, estuvimos tratando el tan llevado y traído tema de la crisis, poco original ya lo sé, es como hablar del tiempo en un ascensor, vale, pero es lo que toca. Estuvimos buscando los responsables de la situación y las medidas a tomar, no para resolver el problemón, más bien para que los ineptos causantes recibieran su merecido castigo. Propondría algunos castigos; asistir a programas donde interviniera Belén Esteban sin poder taponar los oídos, leer el libro de Ana Rosa Quintana que no escribió Ana Rosa Quintana o asistir a varios conciertos de King África.
Para los sufridores, es decir todos nosotros, la cosa pinta muy negra. Entre todo ese ejercito de grandes jodidos se encuentran los proveedores del Ayuntamiento, esos que en su momento proporcionaron su trabajo y ahora están con el agua al cuello. La verdad es que lo tienen difícil, a los Ayuntamientos es complicado cobrarles. En cierta ocasión escuché decir, "lo que hay que hacer es meter en los precios los posibles intereses por el retraso en los pagos". Pero, esa variable la veo complicada, pondré un ejemplo; imaginemos que tengo un negocio de peluquería y estética, un día el Ayuntamiento me ofrece maquillar a sus majestades los Reyes Magos de Oriente (ahora que ya sabemos quienes los representarán este año quiero aprovechar para felicitarlos), pues hago el trabajo y presento una factura de 3.000 euros, vale que ya sé que es una barbaridad, pero es para que el lector no tenga dudas y capte la idea con facilidad. Entonces en esa desorbitada factura se supone que he metido los posibles intereses por la demora en el pago de mis servicios. Pero ocurre que esta fórmula puede acarrear ciertos contratiempos; por un lado el ignorante cliente de la calle puede pensar que ese precio se le aplicaría también a él, con lo cual la pérdida de clientela sería evidente. Por otro lado, si alguien requiere esos servicios y el precio es menor, siempre existe la posibilidad que alguien te abone los oídos con adjetivos calificativos como chorizo, ratero, descuidero o ladronzuelo y lo que es peor que el altísimo tampoco entienda la situación y te pase la factura por no cumplir el séptimo de sus mandamientos con la más que funesta consecuencia para las almas de los autores y silenciadores del asunto. En definitiva sería pan para hoy y...ser chorizo para mañana, o mejor dicho para siempre.
Sit tibi terra levis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario