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14 de octubre de 2018

HERIDAS



La eterna excusa que dan los que defienden la dictadura de Franco en cuanto escuchan hablar de resarcir a los represaliados, es que no es momento de reabrir heridas. Imagino que lo mismo que utilizan este pretexto podrían aducir otro al azar, cualquier cosa vale para justificar lo que no tiene justificación. Pero recurrir al asunto de abrir las heridas demuestra un desconocimiento importante de la historia, una ignorancia absoluta de la fisiología del cuerpo humano, o las dos cosas.
La historia demuestra que en cualquier país donde sus ciudadanos, y en consecuencia sus dirigentes, posean un mínimo de lucidez, asuntos como una dictadura, se resuelven como es debido. Por poner algún ejemplo, a nadie se le ocurriría en Alemania o Italia tener unas fundaciones que hagan apología de esos periodos oscuros y rancios de su historia, no digo ya  poseer un mausoleo como homenaje a sus dictadores. Pero nuestra España es diferente.
En cuanto a lo de reabrir las heridas, ya he dicho en más de una ocasión que nada mejor que dejar salir la pus que encierra una herida cerrada en falso. Nuestra democracia, o lo que esto sea, tiene esa asignatura pendiente, no debiéramos permitirnos tener a un solo español enterrado en una cuneta. Y quiero resaltar, no es cuestión de ideología, se trata de un gesto de humanidad.
Ahora que todo hace indicar que los restos del dictador se sacarán de su actual tumba, debería la Iglesia aprovechar la oportunidad para reparar el daño que hizo al ir de la mano del hombrecillo de voz aflautada. Para ello nada mejor que evitar que los restos del tirano acaben en una de sus catedrales. Alguien pensará que este asunto queda fuera del alcance de nuestra Santa Madre Iglesia, pero como he sido educado en colegio de curas, bien aprendí que a veces las cosas si no se hacen por las buenas, habrá que hacerlas por las malas. No piensen que propongo algún gesto violento o algo por el estilo. Creo que la solución es más fácil, tan sencillo como sugerirle a nuestra querida y amada multinacional de la fe el cobro del IBI de sus propiedades, tal y como nos lo cobran a todo el rebaño, ya sea descarriado o no. Porque convendrán conmigo, en que tiene mala espina que a uno lo esquilen cuando lo que está acostumbrado es a vérselo hacer a los demás. 
Podrá pensar el avispado lector que esta medida se entendería como un chantaje. Pero tampoco seamos tiquismiquis, se trata de un pequeño empujoncito para ayudar a tomar las decisiones adecuadas. O mejor aún, evitar que los restos del tirano sean depositados en una catedral sería un buen cicatrizante para la herida por la cual todavía sangra este bendito país.

Sit tibi terra levis.

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