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9 de octubre de 2018

CAGADA



Nada reconforta más que volver a casa tras una ausencia más o menos prolongada y observar que todo está en su sitio y nada se ha alterado, como si el tiempo se hubiera detenido. Pues así me he sentido tras el periodo vacacional, cuánta tranquilidad en el espíritu al ver que este país -o lo que sea esto- no sufre cambio alguno: unos ablandabrevas se dedican a poner lazos amarillos, otros ablandahigos se dedican a quitarlos, que si un máster por aquí, que si una tesis por allá, y así hasta el etcétera. No ha cambiado ni esa parte de España que representa la porción más oscura y rancia de nuestra sociedad. A estas alturas de siglo, una blasfemia puede condenar a un ciudadano en este país. Ya hablé en otra columna sobre el asunto, pero ingenuo de mí, siempre creí que se impondría la cordura y el juez decidiría dar carpetazo al asunto.
Hasta hace relativamente poco, Wily Toledo era visto como un personaje excéntrico, incluso algunos lo tachaban de no estar bien de la cabeza. Hoy, gracias a la denuncia de los abogados cristianos, si el actor es condenado pasará a ser un mártir o incluso un héroe. Pienso que ir cagándose por ahí nunca debiera considerarse un problema que han de resolver los jueces, lo lógico es catalogarlo como un asunto intestinal, siendo por tanto competencia de los especialistas en el aparato digestivo. Además, el asunto creará un galimatías a poco que nos paremos a pensar el meollo del asunto. Me explico.
Nuestro código penal tiene las herramientas para sancionar en caso de que alguien saque el trasero por la ventana y se cisque, por ejemplo, sobre el repartidor del butano -por muchas cuentas que tenga que ajustar con él-. El problema se plantea cuando una oveja descarriada como Wily Toledo decide soltar sus deyecciones sobre alguien en quien no cree. No se puede ofender a quien no existe y en consecuencia, la blasfemia cuando es dirigida a los dioses, sólo la puede cometer el que crea en ellos.
Por otro lado, esta asociación de abogados cristianos debería dedicarse a denunciar otras actitudes que hacen más daño al cristianismo. Porque como denuncien a todo fulano que se caga en Dios, acabarán por saturar los ya de por sí saturados juzgados ¿Cuántos Manolos acabarían delante del juez tras pegarse un martillazo en el tajo? ¿Cuántos Menganos acabarían detenidos ante el fallo de un delantero centro en boca de gol? Mejor favor le harían al cristianismo si se personasen como acusación en todos y cada uno de los casos de pederastia que conozcan. Supongo que Dios se alegraría que en la Tierra un grupo de fieles se dedique a arrancar las malas hierbas, es decir, a los que utilizan su nombre y la sotana para abusar de los indefensos, de los débiles, de los menores. Sería una buena forma de utilizar la justicia humana y dejar la divina a quien corresponde.
Sit tibi terra levis.

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