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11 de julio de 2018

LA BUENA MUERTE


       Morir hay que morir, el problema está en el cuándo y el cómo. Controlar estas dos variables supone uno de los grandes retos de nuestra sociedad, para todos es importante que llegado el momento tengamos una buena muerte. Por supuesto quedan fuera de este desafío los óbitos producidos de forma accidental, ya que su propia denominación establece lo eventual e imprevisible de su presencia. Este afán por controlar tan transcendental situación está llevando a nuestros representantes políticos a debatir sobre la eutanasia y su posible legalización. Comprendo que sus señorías lo hagan con la mejor intención, pero quizá habría que tener un poco de amplitud en la visión del tema.
Recuerdo una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas que concluía que la mayoría de los españoles estaban a favor de la eutanasia, creo recordar que era algo más del sesenta por ciento (disculpen que escriba de memoria). La mayoría de los encuestados declaraban que la principal circunstancia que les llevaría a pedir tan extrema solución sería sufrir un dolor insoportable. Lógico, nadie quiere padecer algún síntoma —ya sea físico, psíquico o espiritual— que le lleve al sufrimiento total en el final de la vida. Sin embargo, si pusiéramos remedio a estos síntomas, casi nadie recurriría a la eutanasia.

Cada uno tenemos nuestra opinión sobre la eutanasia, basada en los valores que tenemos sobre la vida, la religión y otros muchos detalles que nos moldean nuestra forma de entender la vida. Por ello, sus señorías deberían preocuparse primero por disponer los medios necesarios para que en nuestro país se proporcionen unos cuidados paliativos en condiciones. Unos cuidados de calidad y con equidad que al fin consigan que los españoles podamos morir bien. A partir de aquí, pues estaría muy bien darle solución a las personas que opten por la eutanasia, pero créanme, los casos quedarían reducidos a lo anecdótico. 
Morir o no morir, esa no es la cuestión. La cuestión está en la forma de hacerlo y una vez más en este país se nos escapa la oportunidad de poner los cimientos adecuados que nos lleven a la buena muerte. Pero aquí somos más de empezar la casa por el tejado, aunque se nos caiga encima, mientras aguante podemos decir que bonita se veía desde arriba.
Sit tibi terra levis.

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