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25 de junio de 2018

MUNDIAL



Lo bueno que tiene el mundial de fútbol es que va bien para todo. Lo mismo sirve de analgésico social que te cubre con una pátina las vergüenzas de todo un país. Este detalle no implica colocarle una etiqueta negativa al denominado deporte rey, ni mucho menos, más bien supone una pausa, un paréntesis en la ajetreada vida del ciudadano. Durante el tiempo que dura el conocido torneo, la principal preocupación del personal tiene que ver con un gol en el descuento, con el temido cruce de octavos o con un cambio del doble pivote en la alineación de la Roja (que es un decir, pues no tengo ni pajolera idea si nuestros jugadores tienen tal o cual táctica).

A lo que voy, lo bueno de estos días es que hasta el tema catalán parece que está más tranquilo -tanto es así que incluso el personal se muerde la lengua a la hora de criticar a Piqué-.  Quizá sea la razón por la cual los medios de comunicación no le han dado demasiado bombo a una noticia que leí hace unos días y que venía a decir que los hermanos Roca estaban “dolidos” ante las críticas por acoger una gala de la Fundación Princesa de Girona. Según parece, desde sectores independentistas no vieron con buenos ojos que los afamados cocineros se encargaran de servir -como ya habían hecho otros años- la cena de los premios que concede la citada fundación. El asunto en cuestión no diferiría mucho de otros que se dan a diario en tierras catalanas, sin embargo, lo llamativo  del caso es que esos mismos cocineros proporcionaron comida el día del famoso referéndum del uno de octubre a los que organizaban la consulta. En consecuencia, ahora los geniales artistas de los fogones tienen descontentos a todo Cristo.

Lo mejor de todo esto es que, como sabemos, el número de gilipollas que nos rodea no distingue entre independentistas y no-independestistas. El caso es que como no puede ser de otra forma, faltó tiempo para que salieran los tontos de turno hablando de boicot contra estos cocineros por darles de comer a unos y a otros. Imagino que tal llamamiento ya habrá tenido su efecto en el local de los Roca, el Celler de Can Roca, y que recientemente ha sido premiado como el segundo mejor restaurante del mundo. Supongo que si hasta hace poco las reservas estaban agotadas de un año para otro, ahora podrá uno llegar y en media hora tendrá mesa disponible. Cuantos amantes de la buena cocina repartidos por el mundo habrán cancelado sus viajes y en consecuencia habrán preferido comer en un McDonalds antes que saborear los manjares de estos genios de la gastronomía. Mucha deconstrucción y cocina a baja temperatura, pero unos traidores al fin y al cabo -que habrán pensado.

Así que visto lo visto, casi mejor que tuviéramos mundiales de futbol todos los años, qué digo todos los años, todos los días. Seguiríamos con el mismo número de gilipollas, pero se oirían menos. Aunque mucho me temo que ya se buscarían la forma de hacerse notar.

Sit tibi terra levis.

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