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18 de abril de 2018

ADELGAZANDO



Están los políticos -y los que aspiran a serlo- sometiéndose al rígido régimen de adelgazamiento curricular. Normal, con el escándalo que se ha formado con el máster que no ha hecho la señora Cifuentes, nuestros distinguidos estadistas se afanan en quitarle la paja al curriculum y dejar lo que verdaderamente han realizado. Con la misma facilidad que hace unos días aparecían títulos por todos sitios, ahora desaparecen sin decir esta boca es mía. El asunto, a parte de mostrar una vez más la dureza facial que gastan nuestros representantes públicos, nos enseña que tenemos una clase política con una paupérrima preparación. Tal es el nivel, que tienen que recurrir a la mentira para tapar sus mediocridades y así aparentar lo que les gustaría ser pero que no son.
Podemos caer en la tentación de pensar que este tema tampoco tiene tanta importancia. Sin embargo, para los que hemos pasado por la Universidad y además hemos hecho algún máster, la cuestión toca la fibra y acaba uno echando espumarajos por la boca. Sabemos bien el esfuerzo y el sacrificio —no sólo económico— que conlleva obtener un título universitario, por lo que no es agradable asistir al lamentable espectáculo de esta chusma aprovechándose de su situación de privilegio para que les regalen un supuesto conocimiento que a todas luces ni tienen ni tendrán.
Es cierto, que esta afición por aparentar ser algo o alguien está muy extendida en nuestro reino, sobre todo ahora que las redes sociales se encargan de difundir la información de todo fulano. Lo que ocurre es que también hay mucho desaprensivo y temerario que no piensa en las consecuencias de asumir competencias que no se poseen: imagínense alguien que se hace pasar por médico y sea requerido ante una emergencia. Pero dejando a un lado las posibles responsabilidades legales, hay que ver cuánto mindundi hay con afán de protagonismo, resaltando unas capacidades que no tiene y subiendo como la espuma la vulgaridad del país.
Imagino lo que podrán pensar toda esa legión de universitarios que han tenido que irse de este país porque aquí no se les valora como merecen. O el joven que tiene un grado en matemáticas y ve las noticias mientras sirve cañas en algún bar para poder vivir. Seguro que coincidimos en pensamiento, pero mejor no lo digo por educación -la que precisamente les falta a todos estos impresentables-.
 
Sit tibi terra levis.

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