Para mí, la mente, a veces, nos juega malas pasadas, pero desde un tiempo para acá lo que era algo excepcional ha entrado en la cronicidad más absoluta, como si se tratara de una diabetes o una hipertensión. Mi cabeza ha decidido que cada vez que salgo a pasear no vea flores en los jardines, en su lugar se me representan personas, concretamente personas florero.
Ahora, donde antes veía unas hermosas margaritas, rosas o jaramagos, veo a Ana Mato, a la Infanta Cristina o a Rosalía Iglesias -esposa de Luís Bárcenas-. Estas mujeres destacan por la exaltación que hacen de su papel en la unidad familiar. Coinciden en que sus maridos son los que entienden de papeles, inversiones millonarias y por supuesto de cuentas en bancos suizos. Ellas están para firmar sin conocimiento los que sus maridos les pongan por delante. Lo que para el común de los mortales no es más que una forma de escurrir el bulto, para ellas son unos gestos de amor absoluto. Tanto es así que la que fuera ministra de sanidad desconocía que guardaba un jaguar en la cochera, o la señora de Bárcenas -aquí procede el término "señora de..."- que no sabía que estaba en un banco suizo ¿Falta de inteligencia o conocimento? Para nada, lo que ocurre es que estas señoras tienen una total despreocupación e interés por los asuntos de sus maridos. A quien no le ha ocurrido eso de llegar a casa y que tu pareja ni se inmute porque en la cuenta del banco te aparezcan varios millones de euros. El lado negativo de estas actitudes es que mucha campaña por la igualdad y mucho lenguaje que los políticos llaman correcto, pero llegan esta gente y lo destrozan todo en un abrir y cerrar de ojos.
Pero no crean que tengo estas visiones nada más con el sexo femenino, también hay veces que donde hay romero o claveles, me aparece la imagen de Messi o de Neymar. Estos, a diferencia de las de antes, no son hombres florero por amor a su pareja. Estos lo hacen poque son unos comodones y para eso está papá: para que lleve todo el papeleo, la negociación en los fichajes o dejar de pagar a la hacienda pública. Demasiado hacen estas criaturas de dios con darle patadas al balón y ganar millones de euros por esto, además de ser claro ejemplo para nuestras futuras generaciones.
Así que mientras busco psiquiatra, pienso que no hay mal que por bien no venga, y cuando veo algún jardín marchito o seco, no puedo evitar sonreir e imaginar que algún pesonaje florero se va a hacer puñetas.
Sit tibi terra levis.
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