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27 de septiembre de 2015

SIN ARREGLO

Hay semanas en las que cualquier persona con un mínimo de lucidez puede apreciar el oscuro futuro que se le presenta a nuestro imperio. Estos días son de esos. Observar el espectáculo que nos está regalando el personal no invita precisamente al optimismo sino que además incita a ir preparando la retirada. Pasen y vean.

No serán pocos los que crean haberlo visto todo en la vida, pero ver en un libro de texto a Esperanza Aguirre como ejemplar dirigente político, cuanto menos roza el esperpento. Me imagino al imberbe escolar buscando información de la susodicha en internet: la cara de sorpresa que puede poner cuando vea que, la señora, es una fuera de serie tirando motos de la policía. O que un aventajado alumno le pregunten al maestro por la escasez de vista a la hora de elegir colaboradores sin cuentas en Suiza. Esta situación muestra con toda claridad el interés que tiene nuestra clase —sería mejor decir poca clase— política por la Educación: no hay mejor inversión que el proselitismo en la escuela.
Otra interesante situación que muestra el nivel del país nos la ha proporcionado nuestro iluminado Presidente del Gobierno. Al final tenemos que darle la razón a los que pensaron que lo mejor era que diera las ruedas de prensa a través de un plasma. La respuesta al periodista sobre la nacionalidad de los catalanes si se independizan ha sido todo un espectáculo. Pero no nos equivoquemos con nuestro pasmado Presidente, él no es excepción a la regla, ya pasó antes con Zapatero, y pasará con el próximo que venga. La culpa es de nosotros, del pueblo analfabeto que está especializado en poner a los lelos a dirigirlos. 

Pero lo mejor de lo mejor ha sido ver a otros —en realidad siempre son los mismos— que se supone que resolverán nuestros problemas y deben dar ejemplo, peleándose en el balcón del Ayuntamiento de Barcelona por tener un sitio para tender la colada. Daba vergüenza verlos entre forcejeos por poner las banderitas —la mía sí, la tuya no—. Esa imagen sí que deberían ponerla en los colegios, que las futuras generaciones vean el nivel de esta época que nos ha tocado vivir. El espectáculo ofrecido nos muestra la mediocridad de unos y otros, tan mediocres como el debate que han mostrado ambas partes, y, el que nos seguirán brindando.

Pero lo peor está por llegar. Lo que nos quedará que ver y oír en los próximos días con el resultado —sea el que sea— de las elecciones en Cataluña. Vayamos preparando los analgésicos ante las cantidades ingentes de estupideces que nos regarán los oídos día y noche. No estaría mal que crearan una clasificación donde se pudiera consultar la gilipollez más grande vertida en los medios durante el día. Seguramente habría días en que no daríamos abasto.


Sit tibi terra levis.

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