ATAQUE DE HIPOCRESÍA

Pero qué mal pensados somos. Ante la más mínima duda sobre cualquier acontecer de la vida, siempre pensamos lo peor. Hasta hay un refrán que justifica esta forma de actuar en nuestra sociedad y que dice: Piensa mal y acertarás. Si además, este proceder lo trasladamos a alguna actuación de nuestro respetado e ilustradísimo gobierno, entonces la mayoría de ciudadanos ni siquiera deja resquicio para la duda: Pensamos mal seguro.

No hace mucho escribí en este espacio sobre el ataque de libertad que le había dado a algunos —sobre todo a políticos tradicionales, dirigentes y periodistas—con motivo del atentado al semanario francés Charlie Hebdo. Apenas han pasado unos meses y puede parecer que no me faltó razón al tomarme a guasa esa actitud. Entonces critiqué la puesta en escena de tanto mandatario mundial, incluido nuestro inigualable Mariano, enarbolando la bandera de la libertad. Si ahora ponemos sobre la mesa los casi ciento cincuenta asesinados en la Universidad de Garissa, en Kenia, y que por allí no apareció ni Dios —por aquellos parajes hace mucho que ni está, ni se le espera—. La noticia duró en las portadas de los periódicos menos que una pompa de jabón, por lo que es lógico que a cualquier persona con un mínimo de lucidez, le parezca que al primer mundo le traen al fresco esos muertos. Vamos, que es para pensar mal y un poco más.

Muertos aparte. Otro aspecto que hace pensar mal y que puede confirmar el monumental paripé de algún que otro asistente a aquella manifestación en París, tiene que ver con la libertad de expresión. No voy a volver a insistir con la recientemente aprobada Ley Mordaza. Como decía, en fechas recientes se le ha dado un enorme puntapié a la libertad de expresión, porque que hayan largado al presentador de Cuatro, Jesús Cintora, es otro tema para pensar mal de todos esos que ensucian la palabra libertad cada vez que sale de sus bocas. Lo peor de este apestoso asunto tiene que ver con la actitud de algunos colegas de profesión del presentador, que lejos de solidarizarse por aquello de que hoy has sido tú y mañana puedo ser yo, han tomado la postura de defender el fulminante cese.

Y para culminar la pasión por la libertad que existe en nuestro país, estos días vi en un medio de comunicación cómo una diputada decía que estaba dispuesta a pagar la sanción que le impusiera su partido por votar contra la reforma de la ley del aborto, es decir, por romper la aborregada disciplina de voto que los partidos imponen en el Congreso. Un gran ejemplo de libertad sancionar al que piensa distinto.

Visto lo visto, me parece que mejor será seguir pensando mal. Será la forma más directa y menos sesgada para encontrar explicación a los acontecimientos que ocurren  a nuestro alrededor. Comprenderemos así, que lejos de padecer ataques de libertad, lo que esta gente sufre son permanentes ataques de hipocresía.

Sit tibi terra levis